Por Matilde Mordt *
El día de hoy conmemoramos el Día Mundial del Ambiente, y nunca tanto como ahora debemos apoyarnos en la ciencia y las voluntades colectivas para, como seres humanos, garantizar nuestra propia existencia y la de todos los seres vivos: cuidar nuestra propia casa, la Tierra.
Sin duda, recibimos cada vez más señales y advertencias. La naturaleza nos está hablando. Cuestiones como la aceleración del cambio climático, la deforestación, la invasión y destrucción de hábitats de vida silvestre, y en general la expansión de patrones de consumo y modos de vida insostenibles, entre otras cosas, han alterado el delicado equilibrio de la naturaleza. Vivimos en un permanente exceso ecológico con una demanda anual de recursos que exceden lo que la Tierra puede regenerar cada año (su biocapacidad). Hoy la humanidad usa el equivalente a 1,6 veces la biocapacidad del planeta. Esta combinación de factores supone que puedan surgir a futuro más pandemias y agudizar los riesgos para las comunidades más vulnerables en todo el mundo. Sin ir más lejos, la aparición de la COVID-19 puso en evidencia que cuando destruimos la biodiversidad, destruimos también el sistema que sustenta la vida humana. Los ecosistemas sanos nos ayudan a protegernos de las enfermedades, porque la diversidad de especies hace más difícil la propagación de patógenos.
Quizás podemos ignorar o dar la espalda a esta realidad, pero negarla y no hacer nada seguirá teniendo consecuencias cada vez más peligrosas y costosas. Según una previsión de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se perderán hasta junio de este año 305 millones de puestos de trabajo en el mundo, y las deficiencias de los sistemas de protección social, incluyendo en los países más ricos dejarán a millones de personas en una situación muy precaria.
¿Qué podemos hacer entonces? ¿Cuál es la solución? Debemos actuar de manera urgente y buscar individual y colectivamente respuestas y soluciones en la naturaleza. Es posible impulsar un crecimiento con bajas emisiones de carbono y respetuoso con el ambiente. Por ello, orientados por la ciencia y un enfoque de inclusión y sostenibilidad, debemos aprovechar con inteligencia los esfuerzos que hagamos frente a la pandemia por la COVID-19, para incluir medidas que empujen cambios sistémicos a favor de un planeta en equilibrio.
Para quienes duden de la viabilidad económica de estas acciones, varios estudios han demostrado que los enfoques económicos inclusivos y ecológicos pueden redundar en un importante número de empleos y emprendimientos sostenibles.
Por otro lado, y más allá de los gobiernos, la cooperación internacional, la academia, el sector privado y la sociedad civil organizada, las acciones individuales también son importantes. Como ciudadanía, debemos asumir nuestra responsabilidad y cambiar nuestra relación con el ambiente. La movilización de jóvenes principalmente ha puesto en el centro de la agenda mediática y de las discusiones políticas a nivel internacional, asuntos como el cambio climático. Tomar conciencia de que aquello que consumimos tiene un impacto directo en nuestro entono es fundamental para exigir y demandar productos y servicios sostenibles. Consumir productos locales no solo es una opción más ecológica, sino también un impulso a la economía e industria del país.
Desde hace unos años, el Ecuador y otros países apuestan por la producción sostenible en la agricultura, la pesca y otros sectores, favoreciendo la transformación de sectores económicos y la creación de empleo y generación de recursos para grupos vulnerables de la población, como pueblos indígenas, mujeres, y habitantes de áreas rurales. Sigamos entonces multiplicando acciones y creando sinergias para que la ruta hacia un desarrollo sostenible sea el camino para seguir. Al igual que no tenemos un planeta B, tampoco tenemos otro plan viable. Solo hay un plan, y este apunta a un modelo de economía diferente.
Es la hora de la naturaleza. Tenemos por delante una oportunidad inédita para impulsar cambios transformadores, como los que propone la Agenda 2030 del Desarrollo Sostenible. Impulsemos políticas e inversiones a más largo plazo en lo nacional y local, promovamos una planificación urbana más resiliente, fuentes de energía asequibles y renovables, tecnologías inocuas para el clima e infraestructuras y sectores productivos más sostenibles desde el punto de vista ambiental. (O)
* Representante Residente en Ecuador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Economista y PhD. en Geografía Humana y Económica.