Las imágenes de noticiarios y redes sociales muestran a Estados Unidos como un infierno de violencia parecido a las películas de ficción La purga y El Joker. Esa reportería, sin embargo, es real, sirve para mediatizar el racismo con el que crecemos desde niños en todo el planeta. Aplasta desde cada televisor y red social la posibilidad de entender, para así luchar contra esos prejuicios que crecen con nosotros tan naturalmente que hasta algunos creemos no ser racistas.

Son imágenes sin contexto, construidas para que una vez más la gran mayoría diga “esa no es la manera”. Se trata de imágenes y voces que adoctrinan a la audiencia a creer que no hay raciocinio, que la mayoría de personas jóvenes y afros son “violentas”. ¿Cuántos ecuatorianos ven al paso las imágenes y no entienden nada de lo que significan esos edificios en llamas, esas personas huyendo de la policía que dispara gases, balas de pintura o proyectiles?

Colin Kaepernick, un atleta de élite de fútbol americano, inició una protesta pacífica contra la brutalidad policial hace algunos años. Simplemente ponía una rodilla en el suelo durante el himno que iniciaba los partidos del deporte más visto en EE. UU. Algunos atletas imitaron el gesto que llamaba a preguntar “¿por qué hace eso?”. Y ante la explicación, poner un momento la imagen en la cabeza de que algo está mal, algo aparentemente inocuo pero que señala que el racismo existe, aun entre los deportistas privilegiados, y que mata y violenta a las minorías.

LeBron James, uno de los deportistas más célebres del mundo, puso la foto de Kaepernick arrodillado precisamente para mostrar la injusticia. Para facilitar más el asunto, la unió a la espantosa foto de un policía asesino arrodillándose sobre el cuello de George Floyd, la última víctima mortal del racismo institucional. La rodilla como símbolo de súplica o signo de opresión. Las dos fotografías llaman la atención que hoy se vuelve a perder en la violencia que se muestra en la pantalla. El titular ‘Policía erupciona en violencia en varias ciudades estadounidenses’ no existe. Aunque sea esa la realidad de estos días y de siempre para las personas negras que la sienten en su piel desde niños: el policía no es su amigo, es quien puede quitarles la vida por ser negros, generación tras generación.

Nadie quiere ver arder su ciudad, muchos activistas clamaron esta semana para evitar la violencia, conscientes de que vienen marchando pacíficamente, y muriendo, desde siglos. Y no pasa nada, o mejor dicho, pasa mucho pero nada cambia para ellos.

La verdad es que la mayoría no vemos esas luchas y protestas, mucho menos las sentimos. El racismo no es cosa de “unos pocos individuos”, tiene raíces en muchos que nos hacemos la vista gorda ante la injusticia, que no protestamos.

El espectáculo de estos días podría empezar a cambiar si se sancionara rutinariamente a quien abusa del privilegio que el Estado le otorga para portar armas. Son tiempos de “nuevas normalidades”, de ver arrepentimientos políticos y sociales que sirvan para crear una mejor democracia. Valga el momento para preguntar a la Fiscalía: ¿cómo van los procesos de investigación de los muertos de octubre 2019? (O)