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Es lunes por la mañana. Este fin de semana ocupé un par de horas de mi abundante tiempo libre para escribir mi acostumbrado artículo de los miércoles. Hoy lo he leído y no me gusta. No expresa lo que intento transmitirles. He dejado a un lado ese borrador, íntegramente, y este rato empiezo de nuevo. No es fácil decir lo que uno piensa, porque en ocasiones las palabras traicionan el pensamiento; más difícil es escribirlo, porque lo escrito permanece; las palabras, en ocasiones, siguen la ruta de los vientos.

¿Están las clases suspendidas? Me gustaría escuchar un sí o un no, antes de los renglones que vienen; en todo caso ustedes son los únicos dueños de esa respuesta. Yo creo que las clases no están suspendidas. El mundo como nunca antes, sin necesidad de matrícula, sigue un curso veloz de contenidos similares para todas las latitudes, porque se está dando cuenta de que a pesar de haber alcanzado una tecnología asombrosa es incapaz de encontrar respuesta para interrogantes que varían con el avance de los días y con los arrebatos del COVID-19. ¿Teníamos acaso muy claro la fragilidad de la existencia, habíamos visto rondar a la muerte por nuestros barrios, llevarse a parientes y amigos llenos de vida, ser testigos de la ineptitud de caducos sistemas de salud? ¿Sabíamos que el mundo era tan pequeño e indefenso como para ser doblegado y puesto de rodillas por un diminuto e imperceptible virus?

¿Conocíamos acaso que un momento dado las sumas de dinero de nada sirven; que los autos lujosos no remedian enfermedades; que los yates y jets de lujo no sirven para evadir un contagio?, ¿que los planes y programas empresariales, ambiciosos y bien estructurados, en estas circunstancias, tampoco sirven? Pues si antes nada sabíamos de todo esto, es que ahora estamos aprendiendo, las clases no están suspendidas, se ha cambiado de maestros, de locales de aprendizaje y de contenidos. Una gigantesca escuela se ha abierto y la humanidad entera, sin distingos de clase alguna, está en clases y se espera que aprenda muy rápido, a cielo abierto.

Un llamado al Gobierno nacional. Es hora de revisar contenidos y elaborar un plan de contingencia para las próximas semanas. Es una ocasión maravillosa para enseñar y para aprender. Si bien el miedo no debe estar presente en un proceso de aprendizaje, permitamos que hoy sea protagonista. Algunos botones de muestra de aquello que nos falta aprender a los ecuatorianos:

-¿Qué es orden, disciplina, ley, autoridad, democracia? ¿Por qué mucha gente no obedece la disposición Quédate en casa y prefiere hacer lo que le da la gana?

-Es imperioso tratar temas como respeto, responsabilidad, solidaridad, compasión, amor, amistad, tolerancia, fe, gratitud, humildad, libertad, justicia, paz, honestidad, lealtad, sinceridad, equidad, heroicidad. Estos valores, llamados con razón humanos, deben estar adheridos a nuestra piel y nuestra mente para que no los destruya un terremoto ni sucumban ante una pandemia, pues deben ser elementos básicos de supervivencia. Se ha dicho ‘o muere el capitalismo salvaje o muere la civilización humana’.

Las clases no están suspendidas. La universidad de la vida está abierta. Comienza una nueva era. (O)