No existe en el mundo una moneda de una sola cara. Sin embargo, las dos caras hacen siempre alusión a cosas buenas, o patrióticas. En lo que conocemos como “cara”, que es el anverso de la moneda, aparece el valor de la misma, o la imagen de un prócer. El valor de esa moneda es una buena noticia para quien la ve. La imagen patriótica también. En lo que llamamos popularmente “sello” o “cruz”, que es el reverso, aparece un escudo, un símbolo, pero nunca las monedas tienen algo malo, o desagradable, a menos que en el Ecuador a alguien se le ocurriera hacer alguna vez una moneda alusiva a la FaRC (Familia Revolución Ciudadana).
La China es la excepción. Es una moneda con dos caras muy distintas. Por un lado, una economía marxista-socialista, que fue transformada en economía de mercado, que muestra un rendimiento espectacular por décadas, que saca a cientos de millones de personas de la pobreza, que logra impresionantes avances tecnológicos, y que deslumbra al mundo con todos sus logros. Ha sido capaz de generar ahorro en cifras superiores al 40 por ciento del PIB, con lo cual ha logrado formidables tasas de formación de capital bruto, y el gran empuje final de la economía. Llegarán a ser la economía más grande del mundo.
Pero esos logros son un lado de la moneda. El otro es horripilante. Una dictadura, una tiranía carente de libertades básicas, opresora, absolutista, sin tolerancia ni espacio para la crítica ni para ninguna actividad que no sea la del partido y la tiranía dominante. No se tiene libertad ni de redes sociales. No se tiene libertad de prensa, ni de expresión, ni de asociación política para poder hacer la oposición indispensable a cualquier gobierno de turno. Una tiranía que llegó al colmo de prohibir a los ciudadanos tener más de un hijo, es decir, a declararse dueña y señora hasta de la vida de los súbditos.
Y es ese lado abominable, el que ha puesto al mundo en una situación desastrosa. Porque hace muchos años expertos hablaron del riesgo de este tipo de pandemias. Porque hace mucho tiempo científicos en Hong Kong habían indicado con claridad el riesgo de comer murciélagos y que eso era una bomba de tiempo, que a través de ellos se podían generar estos virus, y que podrían transformarse en una pandemia.
Esa opinión no fue oída, y otras opiniones científicas de la China continental que opinaban con claridad lo mismo fueron acalladas. Quienes advertían ya sobre el COVID-19 fueron acusados de perturbar el orden público. Muy tarde fue cuando por la presión popular las autoridades les pidieron disculpas y “agradecieron” por su colaboración.
El gobierno comunista chino tiránico, como siempre lo hicieron los soviéticos, los países del este europeo, lo hacen Corea del Norte, Cuba, Venezuela, y lo hacían hace poco en el Ecuador, escondió la realidad de la China, y en ese ocultamiento, en esa censura hasta de la realidad científica, terminaron poniendo en jaque al planeta Tierra. Esto no es xenofobia, es realidad.
Y como ellos son una tiranía, es mucho más fácil obligar con toque de queda a la gente a permanecer encerrados, y saber que si les disparan y los matan por salir de sus casas, no hay castigo, no hay que dar cuenta de los derechos humanos. Como hay censura, no hay la opinión de periodistas libres que los denuncien. No hay redes sociales que puedan hacer tomas y divulgarlas. Ellos saben que si hay cadáveres en la calle, no saldrá en la prensa. Que si la gente muere de hambre, no se sabrá. Eso no puede pasar en Occidente, que es libre, sociedades con defectos sí, pero libres al fin.
Por ello, a pesar de todas las fallas y todos los errores de los gobiernos de Occidente, en nuestro “pérfido sistema democrático” como lo ven los tiranos, no se pueden ocultar las cosas. Hay una prensa que lo dice, hay unas redes sociales que lo anuncian, por más que esas redes muchas veces mientan. Las cosas finalmente se saben, y un tirano, de llegar a existir, no queda impune. En nuestras sociedades la justicia tarda, pero llega. Por lo menos, la opinión pública puede condenar a los infames.
La otra cara de la moneda de China es muy deudora de la humanidad de hoy. Podrá deslumbrarnos su crecimiento, pero nos repugna su sistema político, la ausencia total de libertades y la violación de los derechos humanos.
La economía de mercado es tan extraordinaria, que es capaz de sobrevivir y de empujar hasta a una sociedad dirigida con perversidad y coexistir con un sistema tiránico autoritario. Pero la economía socialista marxista es tan desastrosa, que jamás ha podido convivir con una democracia. La historia lo demuestra.
Hoy el mundo está de luto por el coronavirus. Pero el mundo debe entender que se pudo haber evitado, si el país en el cual se originó hubiese sido una auténtica democracia, con vigencia de los derechos humanos, y de las garantías fundamentales que deben tener las personas en cualquier sociedad.
Saldremos de esta pandemia, y agradeceremos por nuestra salud, pero también por ser libres. La libertad sencillamente no es negociable. (O)