La globalización nos regala tiempo en estos días de aislamiento por el COVID19. Cada día tendremos más invaluables horas para leer sobre el virus, epidemias, salud pública pero ojalá también para disfrutar de la literatura en familia.

Saramago es un indispensable autor para todos, siempre. Escribo en negritas los pasajes de sus dos novelas que resultaron ensayos de la ceguera y lucidez humanas.

La ceguera del miedo que nos angustia al leer su libro más popular la hemos visto desde enero, y en especial esta semana:

-Políticos con o sin mandil criticando las medidas tomadas por el gobierno, con excusas estúpidas como “es para distraer o evitar protestas por medidas económicas”. Seguramente esa gente no vio que hasta países sin casos del agresivo virus están tomando medidas cada vez más fuertes.

-La dificultad de comunicación, los problemas económicos y políticos hacen que el gobierno demore acciones, con ello disminuye el indispensable liderazgo que requieren las autoridades para ser escuchadas. ¿Quiénes ayudan por encima de sus intereses políticos, económicos y personales? ¿Quiénes empujan por desorden, propagan mentiras, desinforman y buscan caos?.

Es momento de ver quién dice qué, ver el dibujo de la mentira, como los polígrafos de nuestro escritor portugués. Reconocer a farsantes y oportunistas para sacarles poder: se puede, en circunstancias favorables sobrevivir a una mentira, pero no a dos.

Hay que tener mucho cuidado con lo que se cree saber, porque por detrás se oculta una cadena interminable de incógnitas, la última de ellas posiblemente sin solución.

Al igual que el censor que describe Saramago, oímos en estos días a poderosos hablar de lo que no saben, intentar ocultar cifras de infectados e inventando pronósticos desde su arrogancia. Mientras los científicos hacen preguntas que solo el tiempo tal vez conteste: ¿Cuánto tiempo durarán las cuarentenas? ¿Cómo salvar más gente? ¿Qué centros médicos tienen capacidad suficiente de atención? ¿Podrán los países como Ecuador o Paraguay aplanar la curva de casos para que no se saturen hospitales en un pico de miles de enfermos buscando tratar sus dolencias crónicas, accidentales o infecciosas? ¿Se podrá crear una vacuna, todos tendremos acceso a ella o al tratamiento o eso es solo para quienes puedan pagarlas?

Nada nuevo en el frente Occidental, excepto, claro está, el soldado que acaba de morir.

Fallecerán pacientes, los más viejitos serán los primeros y más. También los que están tratando de salvarlos en sus tareas que van desde mantener limpio el centro de salud hasta empujar tubos o medicinas para que sane cada enfermo.

Todos tenemos, la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron.

Podríamos imaginarnos que este tiempo mejorará la higiene de la mayoría, menos escupitajos y más manos limpias. Con la crisis nos hemos enterado que choferes pueden limpiar sus vehículos cada 3 horas y llevar solo pasajeros sentados. Que se puede dar amparo a quienes mendigan en las calles. Los bancos y Estado pueden diferir pagos, no multar ni cortar servicios esenciales. Como en el primer mundo, los turnos de 6 horas con tres horarios de entrada no solo aumentan la atención de servicios, disminuyen tráfico y apiñamiento en transporte público sino que dan más productividad al país con más tiempo en casa para los trabajadores.

Tengo esperanzas, claro, pero necesitan tiempo, la situación no se resolverá de un momento a otro.

Saramago pedía a sus lectores que pusiéramos responsablemente lo que le falta a sus novelas, “No la puntuación sino la música a la voz que está diciendo”. El drama que vivimos nos dice claramente que nos quedemos en casa, como la voz del ensayo de la lucidez recomendaba para evitar salir a votar por los tramposos. Que valoremos nuestros privilegios individuales y en ese espejo busquemos juntos un sistema de salud justo para todos, eficiente, sin populismos ni improvisados. Con un sistema público sólido articulado a la ciencia, academia, ciudadanos y demás subsistemas.

Saramago dijo en unas de sus últimas entrevistas, que lo que más quería es tiempo, vida. ¿Alguien no lo valora hoy? (O)