Investigando, para escribir este artículo de prensa, encontré en Google que la expresión efecto secundario está relacionada con las consecuencias no buscadas que se producen por la ingestión o aplicación de medicamentos y ciertos tipos de tratamientos generalmente utilizados para recuperar la salud.

No encontré la versión que esperaba: consecuencias no buscadas producidas por acciones u omisiones de los seres humanos.

¿Se lo ha planteado usted también? ¿Alguna o más veces?

Replanteo el tema: ¿alguna vez una acción u omisión suyas produjo consecuencias que usted ni se imaginó y jamás hubiera querido que sucedan?

¿Ocurrió algo semejante con lo que hizo o dejó de hacer aquella persona que acaba de reportarle su memoria?

De ser así: ¿no le parece que sí existen efectos secundarios, imprevistos y no queridos, producidos por acciones u omisiones de los seres humanos?

¿Qué grados de responsabilidad puede adjudicarse en esos casos a los provocadores?

Lo que conviene tener muy claro es si somos responsables de las consecuencias de nuestras acciones y omisiones que, no constituyendo delitos, ni contrariando normas jurídicas de cualquier orden, afectan a otras personas personal o patrimonialmente.

Nos enseñan y sabemos que la ignorancia de la ley no excusa a persona alguna; pero, ¿quién se preocupa de que el conocimiento de ella realmente llegue a todos?

Pienso que, como personas actuando individualmente y, mejor aún, integrando grupos humanos altruistas y con fervor cívico, deberíamos empeñarnos en trabajar en la creación y funcionamiento de programas y campañas que fomenten el fervor cívico, el afecto y la preocupación por los que más necesiten, quienes tienen mayores carencias y cuyos horizontes familiares y cívicos son sombríos.

También tendríamos que preocuparnos por evitar producir efectos secundarios con nuestro actuar, así como inducir a otras personas a proceder de la misma manera.

Es tiempo de rescatar el civismo, debemos esforzarnos en ponerlo de moda, de alentar, apoyar y colaborar, en la medida de nuestras posibilidades, a quienes se empeñen tan noble tarea.

No hay que cejar en la lucha en beneficio de los demás, especialmente de aquellas personas a quienes más carencias aquejan.

Un recordatorio especial, respecto de nuestras responsabilidades sociales, corresponde hacernos los católicos en este tiempo de cuaresma, para tratar de obrar conforme los postulados que decimos profesar, no sea que nuestras omisiones constituyan efectos secundarios detonantes para quienes considerándose adversarios o tal vez tradicionales impugnadores de nuestra fe nos presenten como claros ejemplos de inconsistencia entre el decir y el ser.

¿De cuántos efectos secundarios somos responsables?

Siendo los días que corren tiempo oportuno para el recogimiento interior, la reflexión y el examen de nuestra existencia frente al deber ser de la vivencia que estamos llamados a demostrar, sugiero que evitemos producir más efectos secundarios, procuremos eliminar los que otros producen y nos convirtamos en promotores del mejoramiento de nuestras normas de convivencia, en la familia, el barrio, el trabajo y donde nos toque ir.

¿Conviene identificar y revertir nuestros humanos efectos secundarios que lesionan?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)