Si hay que repartir algo entre varias personas, ¿cómo hacerlo de manera que no se cometan injusticias y todas queden contentas?

Difícil tarea puede ser la de repartir sin ocasionar conflictos, sobre todo si la cantidad de las cosas por entregarse no es exactamente divisible para el número de los beneficiarios, por ejemplo.

Más problemática podría ser la situación ante los beneficiarios del reparto, si no tienen entre ellos, por las razones que fueran, sentimientos de afecto y comprensión.

Conviene recordar que al instinto de supervivencia se suma, generalmente, el deseo de estimación prevalente.

¿Acaso es difícil generar una discusión, a veces apasionada, entre hermanas y hermanos de distintas edades, si se les pregunta a cuál quiere más el papá o la mamá?

A propósito, la percepción de la estimación ajena puede ser errada porque nos seducen las palabras de halago o las manifestaciones generosas, que pueden confundir las expresiones de amabilidad o las buenas maneras con afecto y aun predilección.

Otro tanto puede ocurrir en los ambientes estudiantiles y hasta en política.

¿Cuántas personas se sintieron ganadoras en lides políticas, por lo que leían, oían y veían en campañas internas o externas de sus grupos, movimientos o partidos, para luego chocarse con una realidad distinta de la esperada?

¿Cómo ocurrió que otras personas que merecían menos votos tuvieron más?

¿Acaso en política no se pueden esperar distribuciones equitativas de votos porque en ella existen otros factores, a veces imponderables, que distorsionan los resultados?

¿Existen sociedades enfermas, cuyos males alejan soluciones éticas que encaminen hacia el logro de la justicia social que tanto se reclama y espera?

¿Cómo distribuir equitativamente, por ejemplo, los gastos que, para cumplir sus fines específicamente detallados en normas jurídicas, deben realizar el Estado y los ahora denominados gobiernos autónomos descentralizados?

Que conste que me refiero a una distribución equitativa, esto es, recordando que equidad es esa disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece y no lo que le corresponde, porque esto es justicia.

Importante es la diferencia entre la equidad y la justicia, en la que a veces no reparamos o simplemente desconocemos.

Si se aplicaran normas de equidad y no de justicia, por ejemplo, no sería ya el simple número de personas las que acreditarían y podrían exigir la satisfacción de una necesidad social, sino el trabajo y, sobre todo, el esfuerzo propiciado y realizado por parte de una comunidad lo que debería llevar a privilegiar la entrega del financiamiento para una obra que satisfaga una necesidad colectiva.

¿Qué considera usted que está más cerca de lograr el ansiado bienestar popular: la justicia o la equidad social?

¿O acaso debemos empezar por lograr que aumente y mejore la educación cívica y política, para que el conocimiento desplace a la ignorancia y el saber sea el estandarte que aglutine a la ciudadanía que, conocedora de sus obligaciones y, sobre todo, de sus derechos, exija el estricto cumplimiento oportuno de sus obligaciones a todo tipo de autoridades?

¿Sería tan amable en darme su opinión?(O)