Toda hormiga en su corazón sueña con ser elefante. Y todo elefante sabe lo difícil que fue comenzar siendo hormiga. Por eso, cuando hace poco las hormigas gritaron: “¡Ahórcalo, ahórcalo!”, aunque causó ternura, pues ya solo quedaba una guindada del cuello del elefante, nos puso a pensar a todos ¿qué pasó?

Algo parecido a nosotros. Todos soñamos con desarrollar nuestro potencial. En el mundo de los negocios, algunos persiguen sus sueños trabajando arduamente para empresas, siendo emprendedores o también como grandes empresarios. Todos trabajamos para crecer.

Esa búsqueda por realizar nuestros legítimos proyectos de vida crea valor, empleo y riqueza para toda la sociedad. Esa es la maravilla de una economía libre. Aunque hay siempre una tensión latente: el éxito de los elefantes puede generar admiración o envidia en las hormigas.

Avanzamos como sociedad cuando en la jungla hay armonía: la mayoría de las hormigas aspiran y trabajan –como hormigas– para crecer con la expectativa de ser elefantes. Y los que ya son elefantes apoyan a que las hormigas tengan cada vez más oportunidades.

Aparecen los problemas cuando esa hermandad se fractura. No faltan ciertos malos elefantes que, por copar todos los espacios, terminan aplastando hormigas. Ni tampoco ciertas malas hormigas que, injustamente, muerden patas de elefantes por no saber que la mayoría son de los buenos, los que crean valor para todos.

La misma fuerza que motiva a hormigas emprendedoras a trabajar duro y desarrollarse puede transformarse también en un salvaje impulso por rayar el auto de un elefante. Ahí las cosas se ponen color de hormiga.

Entonces tal vez los elefantes deben reflexionar y apoyar más a las hormigas. Así ayudarían a canalizar esos impulsos. Tanto los positivos, para que muchas hormigas crezcan más rápido, como los negativos, orientando ese ímpetu rebelde en conductas socialmente constructivas.

Ese apoyo de los elefantes puede ser en doble sentido. A las hormigas dentro de su empresa —sus colaboradores y familiares— hacer lo posible por asegurarles una base. Y también contribuir a formarlos con valores liberales a sus equipos de trabajo y núcleo familiar. Ideas de libertad que facilitan la aparición de elefantes, como la comprensión del libre comercio, Estado de derecho, propiedad privada, precios libres, costos onerosos de tramitología, peso fiscal del Estado como lastre de la competitividad, etcétera.

También pueden apoyar más a las hormigas fuera de su empresa, a esas potenciales suministradoras y competidoras. En vez de bloquear los emprendimientos y exprimir hasta el último centavo de cada hormiga, pensar cómo permitirles crecer. Aquí los departamentos de compras, comerciales y financieros de los elefantes pueden hacer mucho para que las hormigas quieran abrazarlos en vez de ahorcarlos.

Los buenos elefantes son más. Están por el largo plazo. No buscan vaciar la mesa. Comparten. Entienden que, por economías de escala, el costo de la formalidad golpea más fuerte a las hormigas que a ellos.

Saben qué puede pasar cuando son indiferentes o ayudan poco, en vez de promover las ideas correctas y oportunidades concretas: hormigas aplastadas no abrazan elefantes.

En resumen: los elefantes ganarán más si hacen más por las hormigas. Lo bueno es que tienen memoria de elefante, así que se acuerdan, perfectamente, cuando fueron hormigas. (O)