Confucio (551-479 a. C.), destacado pensador chino, creía en la existencia de un orden cósmico perfecto, que debía ser imitado en los asuntos humanos, logrando la “armonía de la tierra con el cielo, fuerza inteligente que gobierna el mundo”; proclamaba que la nobleza no procedía del nacimiento sino de la superioridad moral; dejaba la puerta abierta a la rebeldía contra los gobernantes inmorales.

Confucio decía que si él debiese gobernar una nación exigiría como condición que sus integrantes poseyeran un lenguaje preciso, es decir palabras con significados definidos, comprendidas por todos los ciudadanos. ¿Algo raro?

En un extracto de ‘Analectas de Confucio’ reposa su manera de pensar: “Si el lenguaje no es correcto, entonces lo que se dice no es lo que se quiere decir; si lo que se dice no es lo que se quiere decir, entonces lo que debe hacerse queda sin hacerse; si eso queda sin hacerse, la moral y el arte se deteriorarán; si la justicia se extravía, el pueblo se encontrará en una indefensa confusión. Por ello no debe haber ninguna arbitrariedad en lo que se dice. Esto es lo que importa por encima de todo”. ¿Qué dirán al respecto ciertos abogados adictos a la verborrea falaz?

Lo señalado en el párrafo anterior tiene enormes repercusiones. Lo podemos aplicar a los diversos nombramientos que una persona recibe, tanto en el sector privado como en el público, por ejemplo, contralor de la nación, alcalde, chofer, rector de colegio, secretario anticorrupción, comisario, profesor, jefe de tránsito, etcétera. Quien reciba uno de estos nombramientos deberá estar capacitado para ejercer esa función y comprender exactamente qué significa ese nombramiento y qué es lo que la entidad nominadora espera de él.

Hipótesis: me proponen ser secretario anticorrupción. El DRAE, buen amigo, me ilustra: ‘Corrupción es: 4. Der. En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores’. Si acepto esta designación deberé servir a mi país luchando en contra de la corrupción, pero ¿qué pasa si antes de ser nombrado se me ‘hace decir’ que no me preocupe de tal o cual denuncia o que priorice ciertas acciones y que desestime otras? Entonces es la hora de las grandes decisiones, de la conciencia, tiempo de ser lo que nos propusimos ser. Acepto el nombramiento para combatir la corrupción o renuncio a ser un sirviente de un gobierno corrupto y corruptor. No hay términos medios.

Doy la razón a Confucio: si alguien no entiende lo que debe hacer, no está capacitado para servir a un país. El nuevo secretario anticorrupción debe combatir ‘la corrupción’, es decir, impedir que sus funciones y los medios de los que dispone sean usados para otros fines que no sean el combate a la corrupción. Un gobernante que extiende nombramientos a cómplices de un proceder en contra de la ley es corrupto y corruptor. Urge formar a niños y jóvenes como ejecutores fieles de códigos honorables, claros y precisos.

Muchos jueces son incorruptibles, nadie puede inducirles a hacer justicia”, Bertold Brecht. (O)