Así se titula el libro de reciente aparición, supuestamente escrito por el papa emérito, Benedicto XVI, y el cardenal Robert Sarah, nacido en la república africana de Guinea. No se lo puede conseguir en inglés ni en español, ni siquiera en versión electrónica, hasta marzo. No salía bien de las prensas la primera edición en francés, cuando se supo que Benedicto había pedido que se retirara su nombre de la publicación, que hace una severa exhortación a mantener el celibato sacerdotal en los términos de la tradición romana. En el círculo del papa Ratzinger se dio a entender que el prelado africano actuó inapropiadamente al anunciarse como coautor. En otras esferas se especula que Panchito, el papa reinante, habría presionado para que su antecesor se retractara de la obra, que llega justo en el momento en que el pontífice argentino debía pronunciarse sobre el pedido del Sínodo para la Amazonía, reunión de obispos que sugirió ordenar hombres casados para enfrentar la falta de clero en las vastas selvas sudamericanas.

El cardenal Sarah se ha caracterizado por su militancia a favor de las visiones más conservadoras, pero es algo díscolo al expresar sus puntos de vista, demostrando no estar plenamente alineado con la jerarquía. No olvidemos que las disidencias más fuertes en las últimas décadas han provenido más bien de sectores reaccionarios. De las cartas de Ratzinger que ha exhibido el purpurado guineano, como prueba de la “coautoría”, ninguna demuestra claramente que el papa considere estar coescribiendo un texto, parece más bien estar haciendo sugerencias.

En medio de esta polémica el director editorial del Dicasterio de Comunicación del Vaticano, Andrea Tornielli, ha recordado que “el celibato sacerdotal no es y nunca ha sido un dogma”. Sarah opina que “ordenar hombres casados no es una excepción, es una violación, una herida en la coherencia del sacerdocio”, pero esta tajante afirmación olvida que el propio Benedicto XVI permitió el ejercicio sacerdotal a casados en el caso de los curas anglicanos que se acogieron a Roma. El celibato no es un mandato evangélico, de hecho los apóstoles estuvieron casados. Es un uso limitado a algunos siglos de la historia de la Iglesia y no se implantó definitivamente hasta el siglo XII. Existen las comunidades católicas de otros ritos, como el maronita y griego, obedientes al papa, que tampoco lo imponen. El problema de la escasez de clero no se da solamente en las junglas desoladas, sino que abarca todas las zonas con grandes comunidades católicas. Pero el más grave problema creado por el celibato obligatorio es la caída del nivel del clero. Los sacerdotes antes tenían facultades que los convertían en líderes naturales de sus comunidades, en la actualidad ya no es así. Los jóvenes a los que la Providencia dotó de talentos prefieren probar suerte en otros espacios. La abstinencia sexual voluntaria es un camino emocionante y fecundo para quienes han sido llamados a una vida contemplativa y ascética, como lo fue en el judaísmo antiguo y en los primeros siglos del cristianismo, cuando no era una imposición a los sacerdotes. (O)