Al parecer, Lenín Moreno había olvidado todo el revuelo que levantó cuando apenas terminadas las jornadas de protesta de octubre se asomó por Cuenca para las fiestas “novembrinas”. De forma desacertada, utilizando las mismas vallas con las que sus representantes en la provincia se blindaron en el edificio de la Gobernación, cercó el Centro Histórico de la ciudad, reactivando la protesta: le tocó salir en un operativo improvisado porque cientos de ciudadanos hicieron una pausa al jolgorio del aniversario de independencia para reclamar por el desatino de cercar la parte más turística de la urbe. El propio alcalde de la ciudad, en medio de la sesión solemne por la que se asomó Moreno, le exigió que mandara a retirar el vallado.

No aprendida la lección, Moreno repitió el desatino y los ciudadanos le repitieron el mensaje: ¡Fuera, Moreno, fuera!

Esta vez ocurrió el viernes diez de enero, cuando Moreno y todo su gabinete llegaron a la ciudad para inaugurar una cancha de fútbol. Bueno, en estricto lo que inauguró fue el césped sintético con el cual reemplazaron el césped natural que desde hace casi un siglo acompañó a cientos de promociones de jóvenes rebeldes formados en el centenario colegio experimental Benigno Malo.

Una cancha. Con un letrero demagógico que anunciaba no solo una campaña denominada “Juego Limpio” –Sí, contradictoriamente la campaña se llama Juego Limpio– y un complemento ilusorio: rumbo al Mundial 2030. Y mientras adentro el presidente iniciaba un discurso ante un auditorio de estudiantes del plantel, más cinco estudiantes delegados por cada colegio público por una directriz dada desde la Regional 6 de Educación, en los exteriores uno de los integrantes de la “fuerza de choque” de Gobierno, traído a esta capital azuaya en un bus 022 de la Comisión de Tránsito del Ecuador, robaba un teléfono celular de un periodista local que registraba los incidentes de las protestas por la presencia de Moreno en Cuenca.

Y nuevamente el reclamo, nuevamente las manifestaciones, nuevamente la intervención de la Policía, y nuevamente fuera, Moreno, fuera.

Varios ciudadanos se mostraban indignados con lo ocurrido, y la respuesta del Gobierno, una vez que el corresponsal de EL UNIVERSO captó el momento justo cuando los revoltosos que gritaban consignas en favor de “mi presidente Moreno” se embarcaban en el bus de esa institución, fue el despido de un empleado civil de la CTE.

Sobra decir que este tipo de episodios son normales con un gobierno que tiene un desgaste inversamente proporcional a su aceptación pública, pero no deja de indignar el trato que da a la tercera ciudad en importancia en el país. Groseras huestes foráneas retando a los ciudadanos cuencanos; risibles inauguraciones de tendidos de césped artificial con una carísima participación de todo un gabinete ministerial vestido de corto para un partido de fútbol, mientras en simultáneo cuencanos y cuencanas mueren en manos de una descontrolada delincuencia, negocios se desploman por una obra llamada Tranvía –que lleva seis años de retraso ¡seis años!–; burdas y cínicas intervenciones sobre obras que nadie ve.

Este Gobierno debería ahorrarse el gasto, admitir su desaprobación y encerrarse en su propia cancha rodeada de vallas, en la minúscula sede de poder donde sí son bienvenidos y desde donde venden la Patria. Amén. (O)