La crisis desatada por la renuncia, pedida o no, del embajador en Estados Unidos pone de relieve la naturaleza líquida del Gobierno, es decir, no tiene forma propia sino que se adapta al recipiente que lo contiene. Se ve, cuando se aproxima el último año de gobierno, que no hubo la visión ni la voluntad de moldear las circunstancias, no se encontró un modelo o proyecto al cual ceñirse, nada, les tocó así y han tratado de apañarse, determinados por el derrumbe del templo de la demencia correísta. Esto es evidente en el campo económico, en el cual se ha funcionado con una retahíla de medidas parche. En las relaciones internacionales vemos la misma serie de hiatos e incongruencias. Hemos saludado la vuelta al profesionalismo de la diplomacia en los últimos años, es como tener una excelente tripulación, pero el problema está en que no hay plan de vuelo.

Nos alineamos con el grupo de Lima, pero mantenemos buenas relaciones con Nicaragua y Cuba. Igualmente seguimos fraternos de Irán. No ocurría lo mismo durante la última dictadura, que estaba disciplinadamente alineada con todas las directivas del eje Moscú-Pekín-Teherán. Si se quiere ser una república que se precie de tal hay que orientarse hacia el bloque que se basa en los valores compartidos de organización republicana y respeto a los derechos humanos, es decir, con Occidente. La opción de la neutralidad solo se ha demostrado posible en países muy ricos, con sólidas instituciones, situación que estamos lejos de alcanzar. Estamos rumbo a ser si no aliados, por lo menos amigos de Estados Unidos. Pero el hecho es que las relaciones con Washington están narcotizadas, es decir, el tema del narcotráfico es el principal “issue” de una agenda bilateral, dado que militarmente e incluso económicamente no tenemos mayor peso. Entonces, los detalles de la política de control del comercio ilícito de drogas son críticos para el objeto, porque los americanos no olvidarán que la dictadura suprimió la base de Manta y la sustituyó por radares chinos que no funcionaban, mientras que el más peligroso cartel narcotraficante tenía un cuartel de hormigón armado en territorio ecuatoriano. Que el embajador ante Estados Unidos no haya estado de acuerdo con los procedimientos de la actual cooperación en este campo lo ponía en una posición inapropiada e hizo bien en retirarse.

Esto ya es agua corrida, el tema hoy es quién será el nuevo embajador al frente de la más importante sede diplomática ecuatoriana. Se habla de buscar alguien que mejore las relaciones comerciales con la mayor potencia económica del mundo y hasta se ha deslizado el nombre de una conocida relacionista que ya desempeñó ese cargo. Para servir en un país con el que hay múltiples temas de interacción de enorme importancia, como el ya mencionado del narcotráfico, las relaciones hemisféricas, los asuntos migratorios, la ayuda al desarrollo y otros, se debe buscar una figura con una visión más global, más política en el buen sentido. Lo económico no debe olvidarse, por supuesto, pero no puede ser el único factor a considerar. (O)