Cada año se reportan estudios de un aumento de la contaminación de nuestro planeta, por la basura de toda índole generada por el ser humano, que afecta la composición de los elementos vitales y estructurales que mantienen un cierto equilibrio que propicia la vida humana, animal y vegetal.
El aire en la atmósfera presenta gases tóxicos, partículas de carbón y resinas que al asentarse sobre la superficie de la tierra y el agua de los ríos, lagos y mares, alteran su composición y afectan la vida de los seres que de esta se nutren. Debido a esto, la misma composición de la atmósfera se ve alterada en su función filtradora de los rayos solares, infrarrojos y ultravioletas. El suelo recibe los efectos de estos desechos de forma aérea, las cosechas y producciones de plantas y alimentos se ven alterados.
El planeta Tierra recibe un exceso de basura industrial y de alta toxicidad que ya no se sabe dónde colocarla; está siendo quemada, enterrada, o fondeada en los océanos. Algunos países industrializados propician acciones para amortiguar el impacto de la basura, causante del cambio climático con todos los fenómenos de elevación de la temperatura promedio que no debe pasar de 2 o 4 grados Celsius de aquí a 20 o 30 años. Esta elevación promedio de la temperatura terrestre es irreversible, es posible que no solo sea causada por la basura sino porque –ojalá esté equivocado– hemos entrado a un cambio de ciclo climático. El incremento de la temperatura en la Tierra de 2 a 4 grados Celsius ha comenzado a mostrar señales alarmantes en los cinco elementos del planeta: deshielos de los polos y nevados, movimientos telúricos de diversa intensidad y mayor frecuencia, deslizamientos de tierras a zonas bajas, erupciones volcánicas, temperaturas extremas altas y bajas, lluvias intensas en unas regiones y sequías prolongadas en otras, incontables incendios forestales y elevación del nivel de los mares. El aumento térmico se irá incrementando a lo largo del siglo XXI, producirá expansión del volumen de las masas de aire, tierra y agua. Las evidentes consecuencias serán lamentables para las siguientes generaciones. Que Dios nos proteja.(O)
Marco Manuel Piedra Rodas,
jubilado, Guayaquil