Al inicio de un nuevo año hay una serie de misterios no resueltos que aparecieron en el año 2019, como el hecho de que las frustraciones ciudadanas van creciendo en directa proporción a la calidad que se supone trae consigo la economía. Coincidimos en que crecimiento no es igual a desarrollo y que la macro puede no alcanzar a la micro. Que estamos más y mejor informados, lo que genera un nivel de expectativas superior que no pueden nuestros gobiernos resolver y que eso lleva a fallas estructurales y reacciones volcánicas en las calles. De fondo, hay ciertas explicaciones culturales, como el hecho de que manifestaciones multitudinarias en Santiago o en Caracas no logran traducirse en grandes cambios y, sin embargo, menos masivas pero fuertes, como en Asunción o en La Paz, sí lo consiguen. Hay cuestiones misteriosas, como el hecho de que uno de los países con mejor cobertura social como Francia tiene un nivel de malestar altísimo que pone en riesgo al gobierno de Macron. Creo que el nivel de lo que se espera de la democracia es demasiado alto para gobiernos que creen que gerenciarla como siempre es todavía suficiente.