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Las alteraciones climáticas antropogénicas están desafiando a la comunidad global. Desde hace veinticinco años se viene discutiendo de estas alteraciones y hace cuatro años se firmó el primer acuerdo internacional por el clima, llamado Acuerdo de París, el cual insta a las naciones o territorios a tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, teniendo en cuenta el objetivo convenido de mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2 °C (respecto de los niveles preindustriales).

Muchos profesionales y científicos, como el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), sostienen que no es un objetivo suficientemente ambicioso y que ese aumento de la temperatura podría conllevar graves consecuencias a escala mundial, tales como la aparente ocurrencia más seguida de eventos naturales (como inundaciones, sequías, ciclones e incendios), el surgimiento de nuevas enfermedades, migraciones masivas y escasez de alimento y agua.

¿Por qué nos afecta un cambio en la temperatura? Asociémoslo al cuerpo humano. Una “pequeña” variación de 1,5 grados centígrados, o más, en la temperatura corporal, ya sea hacia arriba o hacia abajo en el termómetro, es la diferencia entre tener fiebre o hipotermia, incluso causar la muerte. No es distinto con la naturaleza y, más bien, es a mayor escala porque nos referimos al impacto sobre siete mil doscientos millones de personas, además de la flora y fauna del planeta.

La COP, Conferencia de las Partes, conforma la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Esta busca fortalecer la conciencia pública mundial sobre los aparentes problemas del cambio climático y estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera para evitar riesgos.

La conferencia se realiza cada año y reúne a expertos ambientales, ministros, jefes de Estado y organizaciones no gubernamentales, provenientes de 197 naciones y territorios, denominados “Partes”. Cada una ha ido definiendo sus esfuerzos para reducir las emisiones nacionales y adaptarse a los posibles impactos del cambio climático. Estos esfuerzos, además de reflejar la ambición del país de reducir las emisiones, se definen con base en sus circunstancias y capacidades nacionales, que aúnan los esfuerzos de todos los sectores de la economía y sociedad. Es aquí donde surgen las dificultades de llegar a un acuerdo multilateral ambicioso.

Por poner un ejemplo, las necesidades energéticas de Arabia Saudita son totalmente distintas a las de Ecuador. Por su geografía y clima, la primera nación no puede pensar en valerse de energía hidroeléctrica viéndose obligada a mirar hacia otras opciones. Por su parte, Ecuador puede valerse de energía hidroeléctrica, hasta el punto de ser autónomo, y ser uno de los principales guardianes y preservadores de la biodiversidad mundial. Lo que es viable para una nación, no lo es para la otra.

Cada nación tiene sus necesidades y ambiciones que definirán cómo tendrá que adaptarse o, como en cualquier relación, va a defender su posición y en algún momento en algo tendrá que ceder. La pregunta es ¿qué?, ¿quién?, ¿a qué precio? y ¿cuándo? (O)