Los asuntos importantes se nos presentan de diversas maneras: la casualidad, la necesidad o la búsqueda; esta vez llamó mi atención un libro colocado en la mesa de novedades de una librería: La rebeldía de pensar (2006), publicado en 2006 por una pequeña editorial mexicana y reeditado por el Fondo de Cultura Económica en 2019. El autor es Óscar de la Borbolla, nacido en la ciudad de México en 1949, y calificado como un novelista filósofo o un filósofo novelista. Todo libro viene con su genealogía y forma parte de una familia de libros. Para empezar, De la Borbolla ha sido un autor muy leído en su país.
Las vocales malditas (1988) es un curiosísimo volumen, con ilustraciones de José Luis Cuevas, en el que cada uno de sus cinco cuentos breves está escrito con palabras con solo una vocal: véase los títulos de ellos y se entenderá el experimento: Cantata a Satanás, El hereje rebelde, Mimí sin bikini, Los locos somos otro cosmos, Un gurú vudú. También De la Borbolla es un filósofo interesado en la divulgación, como lo prueba Filosofía para inconformes (1996): “¿Cómo confesarnos seres humanos sin experimentar asco y vergüenza?”, interroga al ver que la especie humana se autoextermina incluso en nombre de la razón.
El arte de dudar (2017) plantea: “Contra el signo más sobresaliente de nuestro tiempo, la prisa, ofrezco la duda como preventivo y contención. Dudar permite frenar la precipitación del juicio y las acciones que son mera reacción. Quien duda, considera y reconsidera, pesa y sopesa, discierne y distingue; en una palabra, hace que su vida sea resultado de la elección y no esa inercia de quienes se pierden en el coro aborregado de la sociedad”. Las preocupaciones de hoy son las de siempre: “El sentido de la vida, el estado del conocimiento, el deseo, la comunicación, la felicidad, el valor de nuestros actos, la razón, la realidad, el tiempo, el engaño, la memoria, la identidad”.
A diario somos testigos de espacios que supuestamente reúnen a muchas personas que piensan: la Asamblea Nacional, los foros universitarios, los espacios de opinión en la prensa escrita y hablada. Pero resulta que el pensar no es un acto que se pueda dar por descontado; según De la Borbolla, el pensar es algo que se conquista: “Pensar, al igual que pintar, leer o andar en bicicleta, pertenece a ese tipo de acciones que si no se saben no pueden hacerse”. ¿Nuestros procesos educativos preparan realmente a los individuos para pensar? Porque pensar consiste fundamentalmente en evitar los dogmatismos y las falacias.
El pensar es una aventura que trata de construir ideas propias –por supuesto, a partir de otras– que guíen nuestras vidas, pero que, al mismo tiempo, no sean tomadas como definitivas, pues el pensar es fundamentalmente autocrítico, en el sentido de que incluso pone en duda las convicciones que consideramos firmes. Esto es lo humano: estar examinando nuestras posturas, y no entregarnos sin más a una ideología o corriente de moda, porque si nos aferramos a un sistema de creencias podríamos incluso caer en fanatismos. Por eso el pensar demanda personas inconformes; de allí la rebeldía de pensar. (O)