Esta semana se publicó el informe PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) acerca de las pruebas en las que participaron 79 países y economías de ingreso medio y bajo para evaluar el nivel académico de sus estudiantes de 15 años. Quisiera comentarle algunos resultados:

Un sistema educativo que produzca resultados buenos no necesariamente requiere de invertir más recursos. Algunos de los países y economías con las mejores puntuaciones lo han logrado gastando menos por estudiante que el promedio de la OCDE. Por ejemplo, Estonia ha avanzado constantemente en sus resultados aun cuando su gasto por estudiantes está un 30 % debajo del promedio de la OCDE. Asimismo, un mayor gasto no necesariamente garantiza mejores resultados: a pesar de que el gasto por estudiante de primaria y secundaria aumentó en un 15 % en los países de la OCDE durante la última década, el rendimiento medio de los alumnos en la mayoría de los estados miembros no ha mostrado una mejora significativa.

Los crecientes flujos de información a través de nuevos medios han creado un clima de “pos-verdad” en el que “Afirmaciones que se ‘sienten bien’ pero que no tienen base alguna en la realidad llegan a ser aceptadas como la verdad. Los algoritmos que reúnen a las personas en grupos de individuos que piensan igual crean cámaras de eco en los medios sociales que amplifican estas opiniones, y dejan a los individuos desinformados de o aislados de argumentos opuestos que podrían alterar sus opiniones”.

Por esta razón se ha vuelto crucial desarrollar habilidades de pensamiento crítico. Tal vez el dato más preocupante de todo el informe es que solo uno de cada diez estudiantes en los países de la OCDE sabe distinguir entre los hechos y las opiniones (8,7 % de los evaluados). Si nos fijamos únicamente en Chile, donde muchos jóvenes han participado de actos violentos en la calle, solo un 3 % de los alumnos evaluados es capaz de hacerlo.

El informe destaca que hay una desconexión entre la educación que están ofreciendo muchos de los sistemas educativos y aquella que demanda la nueva realidad del mercado laboral. Hace poco el historiador económico Niall Ferguson señaló que parece haber un exceso de jóvenes demasiado educados con grandes expectativas acerca de un trabajo que luego no encuentran en el mercado laboral. Estos, según Ferguson, son los jóvenes que se están tomando las calles en lugares tan diversos como Santiago, Quito, Hong Kong, Barcelona, etcétera. El Banco Mundial indica que desde fines de los ochenta hasta años recientes el porcentaje del total de población que estaba cursando una carrera universitaria se disparó en países como Chile (de 19 % a 88 %), en Ecuador (de 25 % a 45 %) y en Hong Kong (de 13 % a 77 %), entre otros.

Viendo a los jóvenes que protestaron alrededor del mundo este año en diversas ciudades con eslóganes que suelen ser repetidos como verdades indiscutibles y que realmente son opiniones, válidas o no, recordé lo que decía el filósofo inglés John Stuart Mill acerca de lo que debería ser una buena educación: “El progreso consiste en llevar nuestras opiniones a estar más acordes con los hechos; y no haremos eso mientras busquemos los hechos solamente a través de los lentes coloreados por esas mismas opiniones”. (O)