No es Roma ciudad abierta (1945), el clásico inmortal del neorrealismo italiano, que Roberto Rossellini filmó y dirigió acerca de la ocupación alemana de la capital italiana que duró nueve meses, entre 1943 y 1944. Además, los indígenas que habitan el territorio ecuatoriano no se parecen en nada a los nazis de aquella historia real. En cambio, los “infiltrados” que ocuparon y asolaron Quito durante once días en octubre de 2019, me recuerdan a los verdugos nazis que se adueñaron de Roma y de varios países durante la Segunda Guerra Mundial. Los “infiltrados”, un significante conveniente que sirve para justificar cualquier crimen, culpar al otro y exonerar de responsabilidad a los dirigentes de todos los bandos enfrentados en este octubre 2019 ecuatoriano.
¿Quiénes son los “infiltrados”? Cualquier cosa que a uno le parezca. O mejor, cualquier cosa que al Gobierno y a los señores Jaime Vargas y Leonidas Iza les convenga. Incluso, cualquier cosa que uno crea haber visto durante aquellos días. Así, algunos afirman que son narcoterroristas colombianos, cubanos y venezolanos importados por el correísmo. Otros afirman que tenían esos aspectos y acentos, aunque no podían asegurar que eran terroristas. Otros afirman que son Latin Kings encapuchados. Personalmente, las aproximadamente doscientas personas (hombres y mujeres) sin capuchas que yo vi descender por la avenida Brasil en la tarde del sábado 12 de octubre hacia Teleamazonas poco antes del incendio, no eran extranjeras, tampoco tenían pinta del Quito Tenis, y parecían más bien quiteños comunes de los barrios noroccidentales de la capital. En cambio, no pude verificar la probable nacionalidad de los veinte sujetos que aparecieron en mi barrio en furgonetas y motos la tarde del domingo 13 (porque usaban capuchas o mascarillas quirúrgicas) para intentar ingresar en los domicilios frente al mío, obligándonos a todos los vecinos clase media de mi cuadra (hombres y mujeres) a repelerlos con palos.
En distintos roles y diferentes posiciones, todos actuamos este clásico inmortal del hiperrealismo ecuatoriano: Quito, ciudad abierta para la ocupación, el saqueo y el destrozo. “Prohibido olvidar”, decía aquel a quien el Gobierno culpa –cómoda y exclusivamente– por esto. No creo que Correa sea el único culpable, porque además del narcoterrorismo que vino para quedarse, en la psicopatología de las masas aflora lo que todos escondemos: terror, resentimiento social, odio de clases, racismo, regionalismo, xenopatía, agresividad contra el semejante y repudio de la ley. Frente a esta locura colectiva, también puede aparecer la solidaridad. La catarsis afectiva posterior inmediata está bien, pero nos tomará muchos años procesar y entender todo esto, jamás olvidaremos y no sé cuándo perdonaremos. El alcalde Yunda afirma que él mantuvo los servicios básicos, pero resultó decepcionante mirarlo en la televisión haciendo de amable componedor en Guayaquil, ya que no pudo hacerlo en su propia ciudad. Nunca vivimos algo semejante en la historia reciente del país y de la ciudad. ¿Cómo prepararnos para la próxima ocupación de Quito, ahora que sabemos que puede volver a pasar? Por lo pronto, la tarde del domingo 13 que los “infiltrados” estuvieron en mi barrio, un vecino me sugirió que cambie mi palo de escoba por un bate de béisbol como el suyo. ¿Así deberíamos prepararnos? ¿Belicismo, pragmatismo, falicismo o qué? (O)