Hace unos días hubo la oportunidad de leer y apreciar los versos de un poeta ibarreño, editorialista de un diario nacional, Juan Carlos Morales, que señalaba: “¡Ecuador, tierra de cóndores y alacranes / si alguna vez fui feliz / lo saben tus caminos / perdóname país de bruma/…”

Terminaba la estrofa: “…pero esta noche te lloro de alegría!”... Los versos, lo dice el autor, “…los escribí en un tiempo que ya he olvidado”. Se ha preferido no citarlos completos ahora, vistos los lamentables acontecimientos de este funesto octubre de 2019.

Partimos esta vez señalando que la democracia supone el respeto a todas las opiniones. Bien lo ha expresado José Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012, cuando decía que lo único que pertenece a los ciudadanos es “…la libertad y nuestras palabras”. Claro, valores que no están sujetos a cesión alguna, peor bajo condicionamientos y por la fuerza.

El vandalismo, las agresiones, el irrespeto a los derechos de los demás, como ha sucedido en estos días, al menos hasta cuando preparábamos esta nota, antes de un diálogo –tardío– que podría darse entre las partes, debe ser rechazado frontalmente. Las posiciones extremas a eso conducen: ojalá haya una sensibilidad bajo derecho, que viabilice soluciones por el país, por quienes hemos tenido ya la inmensa suerte de nacer en esta tierra.

Los “infiltrados”, por todos conocidos, no merecen referencia alguna. Sus intereses son otros; en general nuestro pueblo y nosotros no logramos imaginar su desbocado alcance. Este es un conglomerado sano, trabajador y noble, equivocado mil veces frente a políticos que ahora tampoco aparecieron para proponer lo que podría haber evitado el desenlace que observó –impactada– nuestra sociedad.

Políticos para quienes la moral y la erudición no inspiran ni están en la base del ejercicio del poder, cuando se aspira a cambios reales. Nadie entiende, parece, que el mercado es solo un punto de partida para llegar a nuevos y perfeccionados estadios, algún día, “jugando” todas las reglas y normas establecidas. Para todos.

Como fuere, sanciones deberán ser aplicadas a quienes hayan auspiciado acciones conspirativas. Las leyes existen para algo. No más impunidad. También en el sector oficial ameritarán correcciones ante la falta de previsión en la definición de políticas para la adopción de medidas que suponían riesgos inminentes. La prueba es que se invitó a negociaciones ex post, que nunca fueron el camino propicio. ¿Expertos reciclados aún a cargo?

Pero, ¿cuáles son los antecedentes de la coyuntura? En un sinfín de ocasiones, en esta misma columna, se ha reiterado la importancia, basados en una cita borgeana de El aprendizaje del escritor, un corto texto del lúcido escritor, en el que cita una frase de G.K. Chesterton –a quien admiraba– cuando al referirse al oficio de escritor y a sus exigencias, decía: “…solo una cosa es necesaria, todo”. La cita, también aplica a la economía, al menos si lo que busca es el bienestar social.

Ese no fue el caso. No se definió, por ejemplo, un Plan Integral Anti Crisis, oportuno, no dos años más tarde, ni se previó una estrategia interrelacionada, macro y microeconómica, global y sectorialmente definida y no fueron estimados sus costos y beneficios. La “cuenta” llegó y el país debió demandar un programa de Facilidad Extendida con el FMI, que incorporó metas muy exigentes, que no han logrado cumplirse. No hubo, pues, el “todo” al que hicimos referencia.

Pero, además, hubo operaciones a mi juicio inconvenientes. La remisión de impuestos inicial es un “ejemplo”, aprobada en medio de una situación fiscal y externa que era muy difícil, producto, seamos justos, de la desastrosa gestión del gobierno anterior, que a pesar de hacerse con un alto precio del petróleo terminó, entre otros indicadores, con una deuda quintuplicada, de casi cincuenta mil millones de dólares e idéntica matriz productiva, y un mercado del trabajo que ya mostraba largamente desajustes y rigideces.

Es bien conocido cómo el señor Moreno encontró el Ecuador, al margen incluso de los casos de corrupción que han sido probados en variadas instancias.

Por otra parte, en el sector que se opone a las medidas adoptadas, tampoco se comprende a cabalidad la situación por la que atraviesa el país y no se identifican con claridad los beneficiarios de subsidios y similares. Son los segmentos más altos y sectores delincuenciales, según se ha afirmado oficialmente, los que se apropian de tales beneficios.

Su puesta en práctica ha sido regresiva, pero el neto global parece, de otro lado, sesgarse a favor del sector empresarial. Un empresario ha sugerido, vista la coyuntura, proceder a un aumento salarial general. ¿Es conveniente? Cuestión que debería ser explorada con urgencia y ojalá conjuntamente, con opciones adicionales. De su lado, la reforma laboral a proponerse, ¿está plenamente integrada en el marco legal vigente?

Difícil analizar en este espacio todas las consecuencias del “paquete”, que podría cambiar, en todo caso. La búsqueda del bien común, objetivo de la ciencia económica, lúgubre y todo –según Carlyle–, debe tener siempre en cuenta el bienestar general y no priorizar “soluciones” que prescinda la consideración del bienestar colectivo. Hay que admitir, como dice Jean Tirole, la utilización privada del bienestar personal, pero nunca el abuso de tal utilización a expensas de los otros, peor aun dejando el “juego” de mercado para los indefensos.

El respeto a todos es esencial. Nadie puede utilizar su sector de desempeño para perjudicar a los demás. En la coyuntura que se vive, ojalá ya en calma cuando esta nota se haya publicado, cabrá renovar la solidaridad, el buen entendimiento. Como decía Andrés Bello, “solo la unidad del pueblo y la solidaridad de sus dirigentes garantizan la grandeza de sus naciones”. En este esquema no hay cabida para cualquiera. Algunos, al parecer, ya “partieron”.

En estos momentos es crucial que los gobernantes estén a la altura de la patria. “Nadie es patria, todos lo somos”, lo completaba el propio Borges. (O)