Con la expresión “es música para mis oídos” queremos decir que determinada información nos resulta agradable de oír. En mi caso si dijese que algo es como “música celta” para mí, querría decir que es especialmente agradable, pues prevalido de una hipotética fracción de sangre celta, me he declarado unilateralmente amante de las melodías y ritmos de esos pueblos. Y eso es lo que me ha provocado las noticias sobre la economía de Irlanda, que además es el único Estado celta independiente. Las traigo aquí para considerarlas ahora que algunos países latinoamericanos andan buscando recetas eficaces para salir de la crisis en que se metieron por sus propios pies, siguiendo a los vendedores de humo socialistas.
El PIB de Irlanda crecerá este año el 8,2%, ¡eso es crecer!, no los esqueléticos crecimientos del 2 y 3 por ciento al que nos han acostumbrado. Los incrementos irlandeses han sido sistemáticamente superiores al resto de la Unión Europea. El terco desempleo se estima que termine en un 5%. En 2015 el crecimiento fue del 26,3%, un récord impresionante, si bien esta cifra se alcanzó en parte por un recálculo de activos de las empresas transnacionales domiciliadas en Irlanda, procedimiento cuestionado pero que, a la corta o a la larga, demuestra la fortaleza de su economía, en buena parte impulsada por las inversiones extranjeras atraídas por las ventajas impositivas. La economía se ha volcado agresivamente hacia la exportación con crecientes incrementos de los saldos positivos de la balanza de pagos. En el índice de libertad económica de Heritage Foundation aparece Irlanda en el sexto lugar (como contraste, Ecuador está en el puesto 170).
Si bien Irlanda fue agrupado entre los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, España), países que requerían rescates por su colapso financiero hacia 2011, no se solían señalar las diferencias que tenía con los otros. Venía creciendo sostenidamente por varias décadas, había pasado de ser el país más pobre de Europa occidental a uno de los más ricos. Y aún en los peores años de la crisis algo creció. Cuando se planteó el rescate algunos analistas dijeron que no era necesario porque la economía irlandesa podía sobrellevar el bache. Y, como siempre, no faltaron los que gritaron que el ajuste que se impuso era excesivamente severo. Pero no hay prosperidad sin sacrificio. Se subieron los impuestos indirectos; la inversión pública bajó, a pesar de que el Estado en Irlanda presta pocos servicios comparado con el resto de Europa; incluso se redujeron las ayudas sociales, pero los recortes presupuestarios no afectaron a la educación. El feroz corte llegó al 18 por ciento del PIB. El déficit fiscal bajó del 32,1 por ciento del PIB al 0,70. Pero los impuestos a las empresas siguieron siendo bajos, incluso se bajaron más en 2016, con deducciones ligadas a la inversión en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías. Esto a pesar de que la “troika” FMI-Comisión Europea- Banco Central Europeo exigía que se eleven. Está claro que no hay que obedecer a estos organismos, pero hay que saber en qué se les va a desobedecer. Ahí está el secreto.
(O)