Lao Tse escribe: “ Quien conquista a otros es fuerte; mas quien se conquista a sí mismo es poderoso”. Por regla general estamos volcados hacia afuera: a conquistar a los demás, a conquistar una determinada posición, a conquistar un título académico, un trabajo de importancia, etcétera. No todos se vuelcan hacia su interior: a examinarse con prolijidad para descubrir si existen territorios por conquistar y fuertes enemigos que vencer. Los manuales de formación humana son claros y describen estrategias para vencer al enemigo que llevamos dentro. Las batallas tienen escenarios diversos que pretenden triunfos.

Antes de entrar en el tema recojo el pensamiento de Amanda Michelle Seyfried, la actriz de Querido John, Mamma mia, Cartas a Julieta: “Antes era muy impulsiva; decía lo primero que me venía a la cabeza. Ahora creo que es más importante pensar las cosas antes de decirlas para estar segura de sentirlas de verdad. Si discuto con un novio o con una amiga, puedo soltar cosas terribles en las que ni siquiera creo y que pueden hacer daño. Me controlo pero sigo queriendo estar al mando”, (Expresiones 06.08.2019). En esta cita y en el párrafo anterior están delineados caminos a seguir, modos de comportamiento y formas de ver y entender la vida, indispensables para señalar metas y escoger estrategias. Esbozo unos filones de reflexión abiertos a la inmensa gama de posibilidades del ser humano.

1.El autocontrol es indispensable. La pregunta es clara y tiene otras que se derivan: ¿de qué me controlo, cómo debo hacerlo, existe una enseñanza al respecto, para qué me controlo, es fácil hacerlo, el autocontrol se lo hereda o se lo trabaja? Contrólate, hijo, grita el padre visiblemente descontrolado. Perdí el control, explica el deportista agresor.

2. Acabo de recibir en mi celular una citación motivada por un ‘fotorradar chismoso’. La citación me acusa de haber transgredido el límite de velocidad permitido, no tengo conciencia de haberlo hecho, voy a revisar lo sucedido. El caso que cito es por demás claro: existe una norma, estoy obligado a observarla y si no lo hago, debo pagar por ello. El control de velocidad me dice que me descontrolé, que hice caso omiso de la norma.

3. Una mirada fugaz al comportamiento de nuestros compatriotas nos muestra una sociedad que perdió la brújula, que se le traspapelaron los valores, que desconoce las leyes, que hace caso omiso de la autoridad y que busca imponer su capricho, su modo de pensar, sus pretensiones; es decir, un grupo humano descontrolado, sin ley ni Dios como solemos decir.

4. ¿Cómo puedo exigir a un grupo humano que se controle si desconoce sus límites? Fui educador, sé de qué se trata, conozco lo que se debe hacer. No es una tarea para un presidente, ministro, rector o padre de familia. Es una tarea para toda una sociedad que al convencerse del remedio para el mal que le carcome decide optar por una solución estructural inteligente, lenta, pacienciosa, pero sabiamente conducida hacia un cambio impostergable, ineludible.

“Me gustaba más cuando los ladrones se tapaban la cara. Ahora llevan trajes y gobiernan países”, Mario Moreno (Cantinflas). (O)