Una de las preguntas más recurrentes a nivel de cuestionamiento político tiene relación con la semejanza que hubiesen guardado las situaciones de Ecuador y Venezuela, si en el caso de nuestro país se mantenía la tendencia de dicho modelo, toda vez que hay quienes aseveran que el nivel de postración y decadencia al que ha llegado Venezuela es el reflejo de un despeñadero al que tarde o temprano y de forma inevitable habría arribado el Ecuador.
En ese sentido, resulta válido revisar el reciente informe presentado por Michelle Bachelet, alta comisionada de la ONU, respecto de las múltiples y generalizadas violaciones de derechos humanos, sociales y económicos que sufre Venezuela, cuyo gobierno se niega “a reconocer la magnitud de la crisis y no adopta medidas adecuadas”, si bien en un momento determinado se pensó que el informe de Bachelet podría estar sesgado o parcializado, la realidad es que terminó siendo contundente y demoledor, exponiendo en toda su magnitud la tragedia que vive el hermano país. El informe señala la existencia de una estrategia tendiente a “neutralizar, reprimir y criminalizar a la oposición política y a quienes critican al gobierno”; situación límite que, sin embargo, revela uno de los pilares básicos del modelo bolivariano, el cual sin lugar a dudas fue también aplicado quizás de forma más discreta, durante el anterior gobierno el cual trató de neutralizar cualquier tipo de oposición posible.
Michelle Bachelet agrega en su informe que Venezuela “ha adoptado e implementado una serie de leyes, políticas y prácticas que han restringido el espacio democrático, debilitado a las instituciones públicas y menoscabado la independencia del Poder Judicial”… desmontando “el sistema de control institucional sobre el Poder Ejecutivo”, situación similar a la que se dio en nuestro país bajo el control absoluto de todas las funciones del Estado, con la idea de que la independencia de tales poderes era un simple mito de una democracia aburguesada y mal interpretada. En lo que respecta a la libertad de expresión en Venezuela, el informe señala que el espacio para los medios de comunicación libres e independientes se ha reducido de forma drástica, agregando que “en los últimos años, el gobierno ha tratado de imponer una hegemonía comunicacional con su propia versión de los hechos y creando un ambiente que restringe a los medios de comunicación independientes”, lo cual recuerda los avatares y obstáculos que tuvo que sortear la prensa libre de nuestro país.
El informe de Michelle Bachelet incorpora una realidad que duele y golpea, pero que también impide que la memoria sea frágil y oportunista. Más allá de las naturales y evidentes diferencias con el drama venezolano, hay que recordar que la inspiración chavista dio las pautas principales para el diseño político e institucional de la revolución ciudadana, la cual encontró en ese modelo su razón de ser y existir. Los parecidos, en este caso, no eran coincidencias.
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