¿Acaso crees que por ser inteligente puedes hacer lo que te dé la gana en la vida? Increpó la profesora a una adolescente que había terminado rápido la actividad en clase y estaba jugando con su borrador. Desconcertada y avergonzada, guardó el borrador, se quedó en silencio y sin moverse hasta que el resto de la clase terminara de trabajar, todo esto, bajo la mirada descalificadora de quien se supone estaba ejerciendo un trabajo educativo. Entonces, ¿hasta qué punto los maestros están conscientes del poder que tienen las palabras y sus respectivas consecuencias?

El ejercicio de la docencia implica tener claro que el trabajo no se limita a transmitir conocimientos. No basta con proyectar y leer diapositivas para luego tomar lecciones con base en ellas. Quien elige esta profesión debe saber que su compromiso es potenciar las fortalezas de sus alumnos, conocer sus particularidades y, desde allí, rescatar lo positivo y trabajar en las debilidades. Es necesario recordar que los adolescentes están en formación y su autoestima todavía es voluble, deben ser puntales de apoyo, agentes de cambio positivo, y de ningún modo, armar zancadillas buscando hacerlos fracasar.

Entonces, imagino que el proceso burocrático en el que se ve sumergido el personal docente, teniendo que entregar planificaciones con algunas semanas de anticipación, elaborando materiales de clase con el mismo tiempo previo y llenando informes para subirlos al sistema, so pena de ser multados, los debe tener en un estado de agobio e impaciencia que les impide llegar de manera óptima a sus clases, sin embargo, eso no los exime de responsabilidad en el trato humano. A veces, el desconocimiento de la historia personal de los alumnos, sumado al malestar del profesor, pudiera generar comentarios que tendrían graves consecuencias en el pundonor del adolescente.

Por esto, es necesario que los padres tengamos presente que la educación de nuestros hijos a nivel académico es una tarea compartida y tenemos la responsabilidad de supervisar, proteger y velar para que nuestros hijos transiten de manera óptima y feliz por su escolarización, sin pretender que el colegio haga ese trabajo por nosotros. Siguiendo esta misma línea, recordemos la importancia de estar pendientes del trato que nuestros hijos reciben y la forma en que asimilan la enseñanza, esto sin perjuicio del respeto que les debemos inculcar hacia sus superiores.

En consecuencia, es necesario mantener abiertos los canales de comunicación entre el colegio y la casa. El profesor debe encontrar la manera de llegar eficientemente hacia las mentes jóvenes y sembrar en ellos el espíritu cuestionador e investigativo necesario para manejarse en tiempos actuales, jamás reprimirlos o condicionarlos, teniendo presente la influencia que sus palabras ejercen en los alumnos, y nosotros, como padres, debemos estar atentos a las voces de nuestros hijos. No desestimemos quejas y nunca desvaloricemos angustias. Es fundamental que sientan que tienen nuestro respaldo.

Finalmente, comparto la frase de Maya Angelou que se ha convertido en mi lema de vida y creo que aplica a la educación desde el lado humano: “La gente olvidará lo que dijiste, también olvidará lo que hiciste, pero jamás olvidará cómo les hiciste sentir”. (O)