Me parecía que Bonil era un caricaturista de fino humor y que hábilmente reflejaba realidades en un solo gráfico, no desde su perspectiva personal sino según el sentir general. Por eso es que la publicación del 19 de junio me sorprendió ingratamente porque desdibuja a la familia ecuatoriana como si atacara, insultara y discriminara a las personas de orientación sexual distinta. Nada más alejado de la verdad y la prueba es que la opinión pública, ya sea abogados, médicos, jóvenes, adultos mayores, editorialistas, políticos que valientemente se pronuncian sobre este tema, no solo las familias, han condenado la decisión de cinco miembros de la Corte Constitucional, de alterar el texto claro y expreso de la Constitución cuando define entre quiénes ha de contraerse el matrimonio, basados en una opinión consultiva del régimen internacional de derechos humanos, que se ha concluido no es obligatoria para el Ecuador porque ni siquiera participó de esa consulta y porque además en su propio texto solamente recomienda reformar las leyes que fueren necesarias para incorporar la figura del matrimonio entre personas del mismo sexo, reformas que solo se podrían hacer mediante el trámite correspondiente.
Además, hay que señalar que en nuestro país desde hace muchos años las personas del mismo sexo pueden formalizar su relación con iguales efectos que el matrimonio, a través de la figura legal de la unión de hecho reconocida como un estado civil, incluso. Entonces, no veo a ninguna familia con una cruz en la mano gritando u ofendiendo a los homosexuales, sino un clamor nacional en defensa de la seguridad jurídica en este país y de instituciones como el matrimonio, la adopción, el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones, y otros que constituyen la base de una sociedad justa y ordenada.(O)
Sylvia Pareja Alvarado,
Guayaquil