Es notorio en el transitar de la vida que un mortal lleno de un ego, prepotencia y vanidad (efímera) dice que no existe alguien mejor que él, cuando se da cuenta de que existen personas sin muchos aspavientos y con sobrada axiología como la capacidad de entrega para realizar trabajos y funciones.
Ese susodicho se destapa con expresiones como “soy el mejor”, “soy insuperable”, etcétera. Uno se pregunta, ¿en qué? Una persona con equilibrio emocional y humildad no debería de vanagloriarse y considerarse el mejor de los humanos, sus acciones y sus obras hablarán por ella sin necesidad de estar vociferando sus cualidades. El personaje en cuestión debería de darse un baño de humildad, ya que a las grandes personas se las conoce por su entrega desinteresada al servicio de la colectividad, sin estar recordando lo que hace o dice.(O)
Vicente Ofelio Castillo Morocho,
Guayaquil