Un último libro de Branko Milanovic, Desigualdad Global, una nueva aproximación en la  etapa de globalización (Branko Milanovic, Global Inequality, A New Approach for the Age of Globalization, Harvard University Press, 2018), presenta un novedoso análisis y teorización del fenómeno de la desigualdad económica, lejos, como dice uno de los comentaristas del libro “…de las cansadas ortodoxias económicas”.
Milanovic es un antiguo experto del Banco Mundial y profesor de varias universidades europeas y estadounidenses. En 2018 le fue concedido el Premio Leontief, prestigioso galardón en ciencias económicas. Ganadores del Premio han sido, entre otros, Amartya Sen, Kenneth Galbraith, Albert Hirschmann, Angus Deaton, James K. Galbraith, entre otros.
A Milanovic le fue conferido por su aporte en la medición, explicación y respuestas sobre las causas de la desigualdad de ingresos a nivel de los distintos países y a nivel global, sobre lo que formula interesantes conclusiones.
Más allá de las causas internas de la desigualdad, se interesa en las que actúan externamente. Focaliza el estudio, en buena medida, en el impacto sobre la equidad derivado de la mayor apertura comercial, por ejemplo, lo  que tiene consecuencias políticas prácticas, que afectan a los ciudadanos, vistos los intercambios y contactos en los que incurren día a día.
Los estados-nación son importantes y la mayor parte de las acciones políticas se hacen en ese nivel; sin embargo, la globalización –dice Milanovic– es una fuerza muy poderosa en términos de su influencia sobre la repartición de ingresos, el empleo, el conocimiento, la información y sobre los factores que determinan los costos de lo que producen, consumen, exportan e importan los países.
Su estudio permite comparar cómo viven los distintos pueblos, evaluar otras realidades y explicar ciertos fenómenos con mayor objetividad (las actuales migraciones, por ejemplo).
El trabajo de Milanovic se sustenta en datos de las encuestas de hogares, hoy disponibles con regularidad. Anota que el examen de la distribución y sus características permiten  conocer cómo cambia el mundo. Facilita entender el porqué del crecimiento; del estancamiento; las características de los ciclos altos y bajos de los países; y, las causas de la transición de un sistema político o social a otro.
El libro se abre con la revisión de las principales modificaciones en la distribución de ingresos ocurridas desde 1988, año que coincide con la caída del Muro de Berlín y la reintegración de los antiguos países comunistas –y China– al sistema económico mundial.
Se confirma en este período el aumento sensible de la clase media, muy localizada en China, por razones obvias; su  casi “inmovilización” en los países ricos; y, la emergencia de una plutocracia global, vale decir, de las clases altas vinculadas a la dirección del estado (¿extraño?). Esto plantea varias preguntas políticas sobre el futuro de la democracia.
Milanovic define la inequidad global como la suma de las desigualdades nacionales y la de las brechas entre los ingresos medios de los distintos países. Reformula, bajo una perspectiva de largo plazo, las hipótesis del Nobel de Economía 1971, el ruso Simon Kuznets, que trató largamente las desigualdades.
Kuznets fue el creador de la curva del mismo nombre, que representaría la historia de los países pobres. Siendo originalmente igualitarios acentuarían, al desarrollarse, la mala distribución de ingresos, que se corregiría en el tiempo,  precisamente como consecuencia del progreso (curva cóncava). Esta formulación es, dice, insuficiente, pues no explica el aumento reciente de la inequidad en varios países ricos.
Introduce así el concepto de “olas” o ciclos. Distingue, como causas del deterioro de la igualdad, las “fuerzas malignas”, como las catástrofes; y, “benignas”, como la educación, las transferencias sociales y –¿¡casualidad!?– la imposición progresiva, no regresiva.
En términos del peso de los ingresos medios entre países anota que ahora, por primera vez, la desigualdad global no es determinada por sus diferencias. El incremento de los ingresos en países de Asia ha tendido globalmente a estrecharlas, a pesar de las discordancias internas.
Examina, así, si frente a este escenario China favorecería una mayor participación democrática, en general; cómo algunos países ricos impulsarían nuevas mejoras para sus clases medias; en fin, si los regímenes plutocráticos terminarían consolidándose o serían otras formas de populismo las que han de imponerse en el futuro.
El libro recoge finalmente algunas hipótesis sobre los retos futuros. Arguye que debe favorecerse, internamente, la  propiedad de capital entre los ciudadanos y el nivel de educación, antes que políticas impositivas sobre el ingreso corriente (¿nuestro caso?).
A nivel global, para la reducción de las desigualdades, estimular el crecimiento de los países pobres es una opción incontrovertida, frente,  por ejemplo,  a la eliminación de obstáculos a las migraciones, sobre lo que no hay consenso, definitivamente.
Discute, en fin, varios otros aspectos: el papel de China y de los países asiáticos más poblados, que debido a su crecimiento económico serán factor clave de reducción de la inequidad global.
Anota que la desigualdad de ingresos y los problemas políticos seguirán estrechamente vinculados y que la democracia se verá afectada, sobre todo si la educación no sigue la revolución tecnológica actual, pues se relativizaría su papel frente al cambio. Escenario, pues, muy complejo, este, el del futuro económico, político y social.
Lo más preocupante del análisis de Milanovic es que este tipo de problemas y sus interrelaciones internas y externas no son aún abordados con rigurosidad en el caso del Ecuador. Una vez más, parece que el futuro debe advertirse con propiedad, no con presunciones. Mañana es, ya, futuro. ¿Quién asume las responsabilidades?
(O)