La escribo así, con b labial, larga, porque no me voy a referir a esos casos gloriosos de enfrentamiento entre las fuerzas navales de grandes potencias que cambiaron el rumbo de la Historia, como la de Salamina, en la que los griegos rechazaron a los invasores persas; o a la de Trafalgar, donde los ingleses frustraron la proyectada invasión napoleónica; o aquella en la que los aliados cristianos, comandados por España, derrotaron al imperio turco “en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados”, como la calificó el manco de Lepanto, donde perdiera su brazo; no, no me refiero a esas, sino a la batalla nabal que burlonamente describe Quevedo en La vida del Buscón, en la que vendedoras del mercado se enfrentan con muchachos traviesos usando como proyectiles nabos, tomates, ajos y cebollas. Esta es la de batalla nabal que libran quienes nos han gobernado por doce años y que nos avergüenza a los ecuatorianos. El atacante ha enlistado en su bando a Assange, a quien concedió asilo; y el atacado, en vez de cancelar de inmediato el asilo, ha presentado ¡una queja a las Naciones Unidas!; será conocida por un relator especial que determinará si Assange ha violado su intimidad, con lo que la tal intimidad será conocida por todos los pueblos del globo. Pero, un segundo relator ha declarado que Ecuador debe mantener el asilo. Suponemos que este relator tiene relación con la presidenta de la Asamblea de Naciones Unidas, que es quien regaló a Assange la nacionalidad ecuatoriana. Para colmo, los partidarios de Assange han rodeado el local de nuestra Embajada, donde más manda el australiano que el Gobierno del Ecuador, que luce sometido a chantaje. Esta batalla nabal tiene lugar sin que los contrincantes perciban que hay ruidos subterráneos que anuncian un gran temblor, un gran sacudimiento social. Enardecido por la pelea, en la que no han faltado acusaciones de robos, asesinatos, cuernos y cuanto hay, el presidente parece haber renunciado a lo que principalmente nos preocupa: la reforma de la estructura constitucional del Estado; les ha dicho a los elegidos al Consejo de Participación que deben ganarse su legitimidad, con lo que reconoce que no son legítimos, pero ¿cómo se ganarán la legitimidad? ¿Sometiéndose, como con Correa? El principal impugnador de la existencia de este ente es el presidente del Consejo de Participación transitorio, quien anunció que recogería firmas para un referendo que suprima o, al menos, cercene las facultades de nominar a los funcionarios de control; ya ha iniciado acciones. Estamos para acompañarlo los que propugnamos el voto nulo, el cual superó con creces a los votos obtenidos por los elegidos; están también los muchos ciudadanos que votaron positivo como mal menor, pero rechazan la existencia del ente. Como alguien deberá asumir las funciones de este engendro, debe escogerse a la Asamblea Nacional. En esta consulta debería consultarse la recreación de un Senado que asuma estas funciones y sea colegislador, con lo que mucho mejoraría la calidad de la legislación. Volveremos sobre esto, relatando experiencias que nos tocó vivir en el último Congreso bicameral. (O)

Para colmo, los partidarios de Assange han rodeado el local de nuestra Embajada, donde más manda el australiano que el Gobierno del Ecuador, que luce sometido a chantaje.