@BeatrizHLeón

Según la definición de Wikipedia: “en la retórica clásica, la parresia era una manera de ‘hablar con franqueza o de excusarse por hablar así’”. Va más allá de hablar libremente, llega a ser un verbo que obliga a hablar la verdad al poder, incluso a costa de ponerse en peligro. Pronunciarse en contra de la opinión popular o los intereses creados implica riesgo; es decir, para hacerlo se requiere un sentido fino de tiempos junto con la capacidad para dialogar y la voluntad de abrirnos ante la incertidumbre. Para Michel Foucault, la parresia es un concepto político, enlazado con las actitudes y las decisiones de individuos, con su integridad, su valentía y arrojo. Y esto es lo que se requiere para gobernar, que para el filósofo francés “es un arte de la conjetura, como la medicina y la navegación: dirigir una nave, tratar a un enfermo, gobernar a otros y a uno mismo, todo cae en la misma tipología de actividad racional e incierta”.

Lamentablemente, en la campaña electoral que soportamos, se observa poca valentía, audacia o riesgo. ¿Será esta campaña más mala que las anteriores? Eso parece, pero puede ser solo la impresión de quienes nos resistimos ante la mediocridad de un presente que pronostica pocos cambios para nuestras ciudades y país. Queremos rebelarnos contra políticos que repiten lugares comunes, copian propagandas populistas, o el desfile de personajes ignorantes de farándula o políticos ineptos reincidentes y funestos.

Vemos esa desidia de pensar, de proponer, en campañas cada día más sosas, las propuestas más parecen enlatados comerciales. Tanto es así que los consejeros de propaganda venden las mismas plagiadas consignas y mensajes publicitarios de otros países.

Los candidatos hablan de democracia, pero no quieren debatir. Los que aceptan hacerlo no discuten, se consienten y sonríen. Es tan uniforme el discurso que al problema de diferenciar entre candidatos le sigue la dificultad de distinguir entre mensajes. No se observan propuestas audaces o arriesgadas, tampoco los candidatos explican cómo lograrán ofertas que, además, son ilegales o impracticables. Será por eso que, al analizar las propuestas de los candidatos entre sí, la variabilidad del contenido ideológico es tan poca que llega, como lo demostró en su análisis de las candidaturas a la alcaldía de Quito Sebastián Vallejo @Vallejo086, a poner al candidato de la Izquierda Democrática a la derecha de todo el resto. Ese análisis muestra cómo se repiten las mismas palabras en casi todos los candidatos y señala la prácticamente ausencia de otras importantes para mejorar la convivencia y educación de nuestras ciudades: cultura, ciencia, salud y deporte.

El CNE tiene la tarea urgente de mejorar las cosas para la próxima elección: con debates y campañas que muestren las capacidades de cada candidato para gobernar o legislar. Sus habilidades para lograr cooperación y compromiso de los ciudadanos, incluso su experiencia en gestionar y negociar políticamente. Debemos encontrar la manera de escoger no al menos malo sino a quien proponga iniciativas reales, inspiradoras, verdaderas y creativas que sean legales y posibles. No encontramos a nadie que se arriesgue a decir al menos un par de verdades, aunque aquello vaya en contra de los consejos del marketing político. Una pena por nuestro país. (O)