Varias encuestas con las que pretenden informarnos de las preferencias electorales, del estado de la marcha del país y de la satisfacción ciudadana respecto de la actual administración tienen un dato estadístico casi común que revela que hay un considerable electorado aún afecto al régimen pasado, que ante la corrupción descubierta ha preferido hacer lo que los tres monos sabios: no ven, no oyen y callan.
Añoran en silencio y esperan el futuro retorno de los felices tiempos de la feria de la alegría y las obras faraónicas del lleve en mano, con el que colaboraron ideológicamente y materialmente, compartiendo poco o mucho posiciones burocráticas y en el reparto del producto de la corrupción. ¡Hasta los sándwiches!
Lo curioso es que este grupo de personas aún se encuentra formando parte de la alta, mediana y baja burocracia gubernamental, a pesar de haberse extirpado el tumor original del cáncer de la corrupción, –el Gran Engañador– la metástasis continúa enquistada, reproduciéndose en todos los órganos del Estado.
La existencia de este grupo ciudadano representa para la democracia un gravísimo peligro atento a las circunstancias actuales de la elección. El mes entrante, obligados, deberemos elegir la conformación del Consejo de Participación Social y Control Ciudadano.
Se han presentado como candidatos a una elección a nivel nacional para integrar este organismo numerosos aspirantes, casi todos ellos completamente desconocidos, sin el apoyo ni patrocinio electoral o económico de ninguno de los partidos políticos representativos electoralmente. Seguramente los resultados les serán muy pobres individualmente. Habrá abundantes votos nulos o en blanco decidores.
No hay que desconocer la labor de los guerreros digitales del Gran Engañador y de él mismo. Aprovecha esta oportunidad, previsora y constitucionalmente maquinada por él y su partida, orientando a su aún considerable y disciplinado grupo votar a favor de sus candidatos, “durmientes”, mediante propaganda negativa inversa en medios sociales, con la que deliberadamente identifica a los afectos a él. De esta manera, sus elegidos superarían holgadamente a los desconocidos aspirantes, apoderándose, nuevamente, por la vía electoral del CPCCS, utilizándolo como un caballo de Troya.
El CPCCS-t desde el inicio de sus labores ofreció al país el proyecto de la nueva consulta reformatoria de este organismo y además ratificatoria de su labor para entregarlo al Ejecutivo para su convocatoria. A pesar de los reiterados ofrecimientos de su presidente hasta hace pocos días, inexplicablemente no lo ha hecho, sometiéndose tácita y voluntariamente a la revisión y revocatoria de sus actuaciones por los nuevos consejeros.
La labor de combatir la corrupción y de impedir los efectos de su metástasis, manteniéndola encapsulada sin matar al paciente protegiendo la democracia, le corresponde ahora al primer magistrado como médico de cabecera de la república convocando la consulta, y él no puede empezar a faltar a su juramento hipocrático.
La ciudadanía espera la imperativa e inmediata consulta, que aunque atrasada es pertinente, para ratificar el CPCCS-t y eliminar al CPCCS o trasladar sus facultades nominadoras a la Asamblea Nacional.
¡Señor presidente, por la patria, convoque la consulta! (O)







