Los seres humanos estamos dispuestos a renunciar a nuestras propias decisiones para acatar y seguir a otro, persona e institución, quien ejerce el “poder”, sin que este recurra a la fuerza, esta es la esencia de la legitimidad. La sesión voluntaria de parte de la libertad se la hace para lograr fines superiores. La legitimidad es la justificación ética del origen del poder.

A lo largo de la historia los líderes y las instituciones han buscado tener legitimidad para ejercer su autoridad. La legitimidad es una cualidad vital para el éxito, sin la cual no es posible alinear las voluntades y movilizar las conductas humanas en pos de lograr los objetivos.

En Roma, el derecho y las normas le dieron a quien ejercería el poder para mandar la legitimidad para hacerlo, luego los reyes y las monarquías encontraron la legitimidad en Dios y la religiosidad; a través de los tiempos la costumbre era que el señor feudal estaba revestido de legitimidad para ejercer el poder.

En las organizaciones del siglo XX, principalmente la empresa, la legitimidad fue dada por el cargo y la jerarquía definida por el organigrama y por la formalidad. En el caso de la institución y los funcionarios públicos fueron el orden jurídico y las leyes las que dictaminan la legitimidad.

El derecho y la formalidad fueron un gran avance con respecto a épocas anteriores, pues desligaron la legitimidad de la voluntad de quien ostenta el poder.

Hoy, sin embargo, nos encontramos en transición hacia nuevas fuentes de legitimidad. Observamos a lo largo de las organizaciones que son los colaboradores, ciudadanos, la principal fuente de la legitimidad, son las personas quienes sienten o perciben que el líder o la institución merece ser legítimo por lo que es y lo que hace.

La legitimidad ya no es fundamentalmente racional y el líder no la debe principalmente a la costumbre o a la formalidad sino a la voluntad libre de quienes conforman una organización. Las personas buscan hoy referentes morales e intelectuales con quienes conectarse e inspirarse, por su capacidad para conducir la organización y darle certidumbre al futuro. La legitimidad implica valores, fines y objetivos compartidos.

Las nuevas generaciones tienen la necesidad psicológica de sentir control de sus vidas y ello conlleva decidir a quien sienten legítimo; buscan líderes e instituciones que sean capaces de crear valor y puedan crear en ellos emociones positivas.

Vivimos una época fantástica, el poder es una energía de la emoción humana y no de la coacción, quienes no reconozcan esta realidad van a tener serios problemas de legitimidad en cualquier tipo de organización más aún si es el Gobierno, como es el caso de Venezuela.

Los gobiernos, las instituciones, las empresas, los políticos, gobernantes, los CEO y diversos liderazgos deben centrarse en los problemas reales de los ciudadanos, colaboradores y seguidores, este es el mayor reto para ser legítimo. Como bien lo afirmó Adolfo Suárez, el principal artífice de la transición española hacia la democracia: “El poder se tiene mientras se ejerce y su única legitimidad es la entrega total al servicio de los demás”. (O)

* Consultor de Estrategia.