El Consejo de Participación, etc., transitorio, ha trabajado en forma diligente y honesta, con el agradecimiento del país. Su presidente, el Dr. Julio César Trujillo, me hace recordar al gran Adenauer, “Der Alte”, quien sirvió a Alemania hasta su ilustre ancianidad. Es hombre probado desde hace muchos años, fogueado en lides políticas con personajes de palabra epigramática como Carlos Julio Arosemena Monroy, ante quien nunca se achicó. El Consejo del Dr. Trujillo debe terminar su gestión con dos aciertos más: la elección de fiscal general y el nombramiento de jueces de la Corte Nacional de Justicia. Especialmente, el escogimiento de fiscal que es un cargo clave para punir a los ladrones del Gobierno anterior y recuperar la mayor parte del dinero recibido en coimas y “obsequios”. De ese dinero que aparece misteriosamente en cuentas de inocentes hombres de negocios, hábiles en subterfugios y maniobras para ocultar bien el fruto de los delitos.

Las atribuciones constitucionales y legales del fiscal general son amplias y un fiscal honesto, como lo fue Edmundo Durán Díaz, puede desentrañar el nudo gordiano de la corrupción en nuestro país, como ocurre en Brasil, Argentina y los EE.UU. La Fiscalía General es un órgano autónomo de la Función Judicial, su importancia radica en perseguir y acusar a quienes se enriquecieron con malévolos contratos y adjudicaciones “a dedo”, funciones que no pueden ser ejercidas por ninguna otra autoridad. En este caso, es más importante que el presidente de la República. Sin un fiscal probo y activo, los ladrones quedarán impunes y el Ecuador frustrado y las cargas que pesan sobre el pueblo serán fatalmente más onerosas. Desde esta columna aplaudiré la buena y rápida elección de fiscal general.

Sobre la Corte Nacional hay un clamor que debe ser escuchado y me parece que el Consejo del Dr. Trujillo debe hacerle al país el servicio de seleccionar a los 21 jueces que la componen. Sería una decisión confiable.

Urgencia 1.- Esta época los monos que vivimos en el Gran Guayaquil comprobamos que la carretera a la Costa se deteriora cada día más. En otras provincias estos caminos principales se construyeron con hormigón armado, pero la mencionada carretera es de asfalto, cuyo peor enemigo es el agua. Los conductores tienen que hacer maniobras peligrosas para evitar los grandes huecos. Será concesionada, pero la adjudicación ha sufrido varias postergaciones. La pregunta es hasta cuándo. Parece que falta energía y capacidad de decisión. ¿O alguno ha heredado el odio contra Guayaquil?

Urgencia 2.- Vivo en Samborondón, contrariado por la lentitud del tránsito, porque la única avenida que tenemos para ir a nuestros trabajos en Guayaquil, en los últimos meses está en arreglos. Sabemos que son inevitables, pero… ¿no podrían trabajar de noche? Es cierto que el trabajo nocturno cuesta más. Pero la autoridad municipal debe comparar el valor de los jornales con el costo del tiempo que pierde la gente, el de la gasolina, el desgaste, el fastidio de someterse a los calores y la humedad mientras el tiempo pasa y uno avanza a paso del Solitario George. Al fin y al cabo, nosotros mismos pagamos la cuenta. Nos falta inteligencia y comprensión.

(O)