La tendencia en Europa continental es pensar que los políticos a favor del Brexit y los ciudadanos que votaron en el referéndum del 2016 para que el Reino Unido salga de la Unión Europea (UE) están en contra del libre comercio y de la globalización. Si este fuera el caso, el Reino Unido habría cometido un suicidio comercial en el 2016. Esta es la tesis de la UE, pero hay muchos argumentos que demuestran que es a Europa a quien no le conviene dejar ir al Reino Unido.

Para entender estos argumentos pongamos como ejemplo la compañía que hace mini Coopers. Son autos británicos pero la planta donde son ensamblados en el Reino Unido pertenece a BMW (Alemania). Los volantes son hechos en Rumania y las luces en Polonia. Evidentemente el Reino Unido no quiere mermar su sector exportador así como Polonia y Rumania no quieren cerrar sus fábricas. En este caso ambos se benefician de comerciar, y salir de la UE no significa acabar con estas relaciones. Sin embargo, la UE sugiere castigar duramente al Reino Unido impidiéndolas, incluso menoscabando las economías de los países que la conforman.

Entre otras razones, el Reino Unido decidió salir de la UE porque esta en el camino se había vuelto un gobierno supranacional cuyas políticas cada vez se distanciaban más de sus principios nacionales y comerciales. Algunas medidas de la UE no le permitían al Reino Unido ser competitivo con el resto del mundo y hasta le significaban un costo adicional para los contribuyentes. El Reino Unido fue el imperio más grande de la historia gracias al comercio con todas las naciones. Hoy mantiene estrechos lazos con sus excolonias en el grupo denominado Commonwealth. Sin embargo, por restricciones de la UE, no puede realizar tratados de libre comercio con países tan cercanos y complementarios como India, Hong Kong y el propio Estados Unidos.

Lo que comenzó siendo un proyecto de liberación comercial, se ha desnaturalizado hasta convertirse en un laberinto de regulaciones. Décadas después de su creación, la UE se aleja mucho de sus inicios como mecanismo de libre comercio. Así, los ciudadanos del Reino Unido vieron que la UE, el único bloque comercial en el mundo que no crece económicamente, dejó de ser un club al que les convenía pertenecer.

“Los mayores perdedores serán los británicos”, dijo recientemente el presidente francés Emmanuel Macron. Pero la realidad es que Europa necesita las finanzas de Londres igual que lo que el Reino Unido necesita de las flores de Ámsterdam. Aún cuando la solución más beneficiosa para ambas partes es negociar un acuerdo de libre comercio (como lo hizo con Suiza, Noruega y hasta Canadá, al igual que miles de otros países incluido Ecuador), Europa quiere castigar al Reino Unido por haber osado decidir democráticamente separarse.

Casi tres años más tarde la burocracia de la UE, como de costumbre, está cambiando las reglas del juego en el camino y busca castigar injustamente al Reino Unido por una decisión de sus contribuyentes cansados de rescatar una UE llena de regulaciones y hasta irresponsabilidades. Aún si en el camino termina castigando a sus propios ciudadanos. (O)