Aunque nos conste que el futuro es incierto, solemos aventurar nuestras estimaciones sobre lo que nos acontecerá en el porvenir.

Dicen algunas personas que la experiencia es una sabia consejera y otras, al oírlo, expresan en su rostro y con movimientos de cabeza su disconformidad con tal apreciación.

¿Será porque cada cual habla de la feria según le va en ella?

Puede ser que haya quienes siempre han sido felices, porque todo camino se les allanaba, y otros, en cambio, encontraron sus senderos marcados por problemas, dificultades y contratiempos.

¿Existe realmente el “A mí siempre, siempre, siempre” o el “A mí nunca, nunca, nunca”, que solemos escuchar como cantaleta de frustración?

En esos casos conviene preguntar: ¿Así ha sido, sin excepción alguna?

¿Cuál es su juicio personal sobre quienes así se expresan? ¿Se trata de personas fiables? ¿Que tienen la razón? ¿Acaso sospecha que exageran?

A mí me parece que nunca llegamos a conocer cabalmente, ciento por ciento, a una persona, siendo ya difícil conocerse cabalmente a uno mismo, por el autoengaño que nos ronda para sentirnos mejor.

Esto lo entendí más claramente cuando conocí La ventana de Johary, la estudié y la expliqué a varias promociones de alumnos y en cursos de preparación para celebrar el sacramento del matrimonio o en conversaciones serias con personas que lo requerían.

¿Tenemos el control necesario como para escoger el futuro y decidir si el año 2019 que se acaba de iniciar será de alegrías o tristezas para nosotros?

¿Habrá una combinación de ambas emociones a lo largo de sus meses y sus días?

¿Qué nos enseña la experiencia?

¿Recuerda usted: El que la hace la paga, El que siembra vientos cosecha tempestades, Al que madruga Dios lo ayuda y No hagas a otros lo que no quieres que hagan contigo? ¿Acaso esas no son buenas pistas para reconocer lo que la sabiduría popular ha sentenciado claramente sobre el bien y mal obrar de las personas y sus respectivas consecuencias?

En lo que a cada uno de nosotros respecta, lo normal es que obtengamos los resultados de nuestros esfuerzos y actuaciones debidamente planificados y ejecutados, dentro de la esfera de nuestras posibilidades y realidades, en el ambiente y circunstancias en que hemos de desenvolvernos, teniendo presente que siempre habrá situaciones e incluso actuaciones de terceras personas que podrían trastornar nuestro planes, a pesar de nuestros empeños e incluso sacrificios.

Pero, si llegara a ocurrir lo contrario a nuestros planes, si la tristeza nos aborda y pareciera que nos vence, hemos de poner tesón en no abatirnos, menos amilanarnos.

Recordemos siempre: no podemos perder nunca la esperanza en el amor que Dios nos tiene, que velará por nosotros, considerará nuestros esfuerzos y nos dará gracia y fortaleza para entender las circunstancias y, entonces, depositarnos confiadamente en Él, como cuando nuestros hijos nos abrazan con la ternura que les brota del amor que nos profesan.

¿Sabremos convivir las alegrías y tristezas del 2019? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)