Muchos artistas ecuatorianos de primer nivel nos sentimos vejados, denigrados y olvidados por parte de la mayoría de los gobiernos municipales y provinciales. Lo voy a explicar en breve:
Tengo 53 años de edad, nací en Quito el 6 de diciembre de 1965. Amante de la música, toda mi vida vengo inmerso en esta y rodeado de artistas. Recuerdo muy bien que con la llegada de los aniversarios de la fundación de la ciudad de Quito, las calles se vestían de fiesta, la gente compartía alegría, los vecinos armaban tarimas improvisadas con grandes tanques vacíos y madera. Los ciudadanos hacían conexiones directas a los postes de las calles para brindar las comodidades de aquel entonces de las luces y los sonidos, a las orquestas y artistas de la época. No me consta si eran subvencionadas por las alcaldías, pero eran las fiestas verdaderas. Lo que estoy escribiendo es la voz de protesta e indignación que sentimos muchísimos artistas, ya que desde hace algunos años cuando volví a retomar mi carrera y cansado de golpear casi todas las puertas de los GAD municipales del país, me he encontrado con la misma y calcada respuesta: “Lo sentimos, su espectáculo es bueno, pero no tenemos presupuesto”. La pregunta que muchos nos hacemos es, ¿y de dónde salen cientos de miles para contratar y traer artistas con costos de más de 400 mil dólares, si nos dicen que no disponen de 1.000 quinientos o 2 mil dólares, que se solicita para presentar un espectáculo digno con ocho músicos nacionales en vivo?
La cifra la he sacado de importantes medios de comunicación impresos en los que se indica que el espectáculo de los artistas extranjeros Luis Fonsi, en Azogues, costó 460 mil dólares; de Montaner, en Santa Elena, 310 mil dólares; Dady Yankee, en Machala, 300 mil dólares... Y la lista es extensa, tornándose ilógico y atentatorio a la economía del país, ya que supuestamente estamos en austeridad. Claro que también hay algunos colegas nacionales “bendecidos” que siempre constan en las programaciones todo el año con tarifas que superan los 5.000 dólares, y no en un solo evento como dispone la Ley de Contratación Pública, sino en siete, ocho y hasta diez eventos. No con este comentario estoy ofendiendo ni queriendo poner en duda sus calidades, trayectorias y profesionalismos, solamente hago notar el desequilibrio injustificado que existe en el Ecuador. ¿Es que no habemos más artistas en la ciudad o el país del gusto de los que elaboran los cuadros de las fiestas, y que escogen o seleccionan cantantes, músicos, etcétera?
La Contraloría General del Estado debería tomar cartas en el asunto ya. El Ministerio de Cultura también debería intervenir y pedir cuentas, detalles, hacer un análisis profundo y emitir sus criterios o sugerencias. Pero más allá de las instancias gubernamentales, deberíamos unir nuestras voces todos los artistas que estamos siendo desplazados, sin oportunidad alguna de trabajar, y solicitar al presidente de la República que revise la ley para que no se siga permitiendo este tipo de abusos. Claro que también debemos exigir más profesionalismo para la obtención de una licencia en alguna asociación de artistas. Al momento no existe suficiente rigurosidad para otorgarlas y los asociados terminan precarizando el trabajo, pues aceptan los precios irrisorios que les ofrecen. Dejemos de mendigar, de bajar la cabeza, de aceptar que nos sigan pisoteando: ¡Somos artistas, no mendigos!(O)
Javier Santiago López Villalba,
cantante, Quito