Un nombre que para muchos se volvió familiar durante los últimos ocho años. Una mujer, de ese falsamente sexo débil, cuya incansable y aguerrida lucha nos ha conmovido a todos. Ver a su esposo caer abatido por asesinos en el interior de su propio hogar, en aquel lugar en donde suponemos estar seguros, le cambió radicalmente la vida y, de alguna forma, la cambió a ella. Describir su sentimiento aquel día en que el esposo y padre de sus hijos dejó de acompañarlos, poco después de la agresión, solo lo podría hacer ella, pero es evidente que ese dolor y una promesa de buscar justicia para su compañero le permitió mantenerse en pie y luchar contra un sistema que le anunció indolente y cínicamente que la delincuencia común era responsable del asesinato. Había sido su lucha y perseverancia la que había conducido a que se establezca la comisión que investigara el asesinato, pero nuevamente manos siniestras de poderosos intereses trastocaban mañosamente la verdad.

Las más altas autoridades de aquel entonces, presidente, ministros, asambleístas anunciaban a grandes voces como culpables a delincuentes comunes. Para ellos el caso estaba cerrado o querían que se cerrara para que la impunidad brillara y enmascarara la podredumbre repugnante que se ha instaurado en muchas de nuestras instituciones públicas. Podredumbre que el general Gabela quiso sacar a la luz y que le costó la vida.

Los ciudadanos, en gran mayoría, experimentamos una profunda indignación e impotencia ante ese vil anuncio y ante toda la campaña vergonzosa por mancillar la imagen de la víctima. Imposible imaginar el sentimiento de la familia ante una parodia ridícula y cínica de remedo de justicia.

Hoy, luego de ocho largos y duros años, la lucha incesante de la señora Patricia Ochoa a la cabeza de su familia ha permitido que la terrible trama de encubrimiento de los verdaderos responsables del asesinato de su esposo comience a develarse. Posible crimen de Estado ha sido la conclusión de la Comisión de la Asamblea Nacional sobre la muerte del general Gabela; esperamos que esta vez el poder detrás de intereses oscuros no entorpezca el esclarecimiento de la verdad.

La señora Patricia Ochoa se ha ganado un espacio en nuestra historia. Un espacio que le ha costado muchas lágrimas, impotencia y frustración. Un espacio en el corazón de un país por mostrar que la lucha y perseverancia pueden derribar murallas aparentemente invencibles.

Mi mayor respeto y agradecimiento a ella por mostrarnos a todos, en particular a los jóvenes, que jamás se debe abandonar la lucha ni permitir que el desasosiego y la fatiga nos detengan. Eso es lo que esperan los corruptos, los tramposos e inmorales, los asesinos… Cuando las energías nos falten, cuando parezca que todo está perdido y el fatalismo nos quiera atrapar, recordar que siempre hay algo más por hacer. No aceptemos que todos estos delincuentes se atrincheren detrás del desvergonzado argumento de la “persecución política” para no responder a la justicia.

Infinitas gracias al honorable general Gabela, por haber sido un hombre a carta cabal, a toda su familia, en particular a su esposa, por no rendirse y ser una admirable mujer. (O)