Durán se muere de sed, a orillas del más caudaloso río de Latinoamérica al Pacífico. Caso clamoroso de falla en la administración pública con calamitosos efectos sociales, para una ciudad de medio millón de habitantes.

Es también un fracaso económico. Desde que las leyes tributarias discriminan a favor de industrias fuera de los cantones de Guayaquil y Quito, Durán ha sido ubicación predilecta para inversión no solo de empresas guayaquileñas sino de todo el país, así como extranjeras. Durán es un cantón solo porque el río las separaba. Recién en 1970 se unieron con un puente sus dos orillas, vía La Puntilla. Hoy, Durán y Guayaquil están plenamente integradas, excepto en lo administrativo.

En parte como consecuencia de la diferente administración, Durán sufre de deficientes servicios, lo cual desalienta a potenciales inversionistas. La incapacidad de su administración de garantizar el servicio de agua, y de recoger basura, significa que Durán perderá rentas por las empresas que desistan de instalarse en ese cantón. Las preferencias tributarias no compensan la falta de servicios.

La industria en Durán tampoco tiene energía eléctrica, y esto es responsabilidad del gobierno central. Es ejemplo de la mala inversión pública de la última década.

Cuando el gobierno de Rafael Correa se decidió por construir hidroeléctricas, en lugar de contratar un par, contrató ocho de golpe, y a dedo, sobre todo con empresas chinas con financiamiento de gobierno a gobierno.

El trabajo de los contratistas ha sido por lo general insatisfactorio. Las ocho muestran problemas, unos más graves, quizá la peor Toachi, inconclusa. En algunas hay evidencia de sobreprecios y coimas, y en las otras hay presunción de que sea igual.

A pesar de que funcionan a medias, lo que ya aportan a la generación supera la demanda y las centrales tienen que botar agua sin generar: un desperdicio.

El problema: el Gobierno invirtió mucho en generación y muy poco en distribución. Una línea de alta potencia que debía conectar la nueva gran central de Coca-Codo Sinclair con Quito y Guayaquil llegó a Quito, partió para Guayaquil y anda perdida en algún páramo.

Las líneas de trasmisión no llegan a donde deben. Los camaroneros han planteado que el CNEL tienda las líneas de alta tensión, y que ellos harían las de media tensión, mediante acuerdo de que el costo lo puedan descontar de la planilla eléctrica. Buen negocio para el Estado, que venderá hidroelectricidad que hoy desperdicia y ahorrará diésel subsidiado. Buen negocio para las camaroneras, que tendrán energía más barata. Buen negocio ecológico, puesto que el diésel contamina. Pero no hay respuesta.

Y cuando la transmisión llega, no hay subestaciones. En junio, el ministro Pérez García declaró para Expreso que “Celec y CNEL no se hablan. CNEL tiene la línea de transmisión, pero no están las subestaciones listas. Si yo tengo generación y distribución y no tengo transmisión, ¿de qué sirve? No llega la energía de un lado a otro”. Ese es el caso de Durán, y también de Guayaquil.

El ministro reconoce este problema heredado, primer paso para una solución. Pero toma tiempo superar una década de desaciertos. Ojalá que pronto Durán y también Guayaquil tengan energía eléctrica confiable. (O)