Es domingo 16 de septiembre y dirijo esta petición al alcalde Jaime Nebot, sin necesidad de hacerla a través de ningún director municipal. Lo hago de esta manera por la urgencia del tema, y porque el alcalde así me lo sugirió, cuando nos reunimos en su despacho con el fin de que los actores ciudadanos nos involucremos con propuestas concretas.

He dirigido varias cartas comunicándole mi preocupación sobre las áreas verdes de la ciudad y mi deseo de contribuir con soluciones y donaciones de árboles. Lamentablemente muchas de esas cartas han quedado sin respuesta y terminan decorando el escritorio de algún director municipal. Por otro lado, llevo años reclamando una ordenanza para proteger a los árboles que deberían considerarse como patrimoniales, sin ningún resultado hasta la fecha.

Mi interés por convertir a Guayaquil en una ciudad para vivir por medio de la reforestación urbana no es algo nuevo, la gente que sigue mi trabajo conoce mi compromiso en este tema. Hoy día no puedo seguir siendo una activista que solo escribe cartas, hoy me convierto en una guerrera y les pido a todos que me acompañen en esta lucha, porque no puedo permitir que Guayaquil, la ciudad que tanto amo, sea parte de un ecocidio.

Ese no puede ser el legado del alcalde Nebot; debe luchar en contra de los pensamientos obsoletos de muchos de sus colaboradores y de los malos diseñadores que piensan que las “obras” solo se hacen con cemento. Guayaquil pide árboles, ¡pide vida!

Le pido al señor alcalde que tome en cuenta lo que expongo, pues si seguimos talando o “trasplantando” árboles de más de 15 años desde las zonas urbanas hacia rellenos sanitarios u orejas viales, en poco tiempo Guayaquil dejará de tener árboles antiguos que cuenten la historia de la ciudad, y nos quedaremos sin la sombra que nuestra gente tanto necesita. El paisajismo de una ciudad es igual de importante que la construcción de calles y vías, y es lo primero que un buen diseño debe contemplar. Lamentablemente en el Guayaquil de sus amores y de sus directores municipales, esto no funciona así. Los que peleamos por una ciudad con árboles somos ignorados, menospreciados y hasta humillados. Si no fuera así, los miles de árboles que tenemos en el vivero de la Fundación La Iguana, reservados específicamente para el Municipio de Guayaquil, estarían ya sembrados en las calles, avenidas y parques que ¡a gritos piden vida y no solo cemento!

El ceibo que piensan talar (no se puede “reubicar”) debido a la construcción de la aerovía, es una especie característica de nuestra historia urbana que cada día pierde espacio en la ciudad. Ese árbol debe tener no menos de 25 años, lo cual en una ciudad joven como la nuestra debería de ser considerado patrimonial. En mis averiguaciones para escribir este manifiesto me encuentro con las siguientes respuestas al porqué de su traslado:

1) Se debe mover el árbol porque por ahí pasará la aerovía, y como compensación se plantarán 10 nuevos arbolitos.

2) La aerovía operará 28 años, lo cual reducirá las emisiones de carbono.

Ok, la segunda respuesta es un poco más coherente, pero entonces arrasemos con todo y olvidémonos de todos los años que un árbol necesita para crecer y convertirse en activo de un lugar. Continuar así solo nos llevará a ser una ciudad sin identidad, sin tradiciones y sin herencia.

Ese árbol no tiene que moverse y no debe moverse. Según el diseño que estoy revisando (aparte de que no se ha incluido ni un solo árbol ni barrera verde que proteja a los miles de pasajeros) dejar el árbol en el mismo lugar solo va a beneficiar su proyecto y se convertirá en ejemplo de que Guayaquil somos todos.

Como bien señala el arquitecto japonés Toyo Ito: “La arquitectura no es mucho más que un árbol. Los árboles crecen en concordancia con su entorno. Pero algunos arquitectos construyen sin considerar su entorno, creando un orden particular. Yo no lo hago, porque creo que solo hacemos bien el trabajo cuando lo acomodamos al entorno”.

Ese no puede ser el legado del alcalde Nebot; debe luchar en contra de los pensamientos obsoletos de muchos de sus colaboradores y de los malos diseñadores que piensan que las “obras” solo se hacen con cemento. Guayaquil pide árboles, ¡pide vida! Hoy, una vez más, pongo a su disposición la fundación que dirijo y de todos sus expertos para colaborar con la redacción de ordenanzas que protejan las pocas áreas silvestres y árboles antiguos que quedan en la ciudad, y en un diseño que abrace a ese árbol insigne de ese lugar, para que el progreso y la naturaleza triunfen en beneficio de todos. (O)

* Presidenta de Fundación La Iguana