Ni poniéndose de acuerdo con Maduro lo habrían hecho peor. Exigirles pasaporte a los venezolanos que vienen huyendo de un infierno es condenarles a las llamas de otro más vil. Es obligarles a deambular sin rumbo o a establecerse en condiciones infrahumanas en esa tierra de nadie que es la frontera colombo-ecuatoriana. ¿Se habrán enterado nuestras autoridades, antes de tomar esa inhumana medida, lo que cuesta obtener un pasaporte en Venezuela? Puede requerir un año entero y llevarse todos los recursos que necesita una familia para vivir ese mismo tiempo. La inexistencia de material para producirlo, la burocracia oficial y las redes de corrupción hacen prácticamente imposible contar con ese documento. Pedir que una persona o una familia lo presenten equivale a decirles que sigan muriendo lenta o violentamente en su país (ambas forman parte de la realidad cotidiana venezolana).

Si antes de tomar esa decisión hicieron un análisis jurídico, habrán encontrado que la Constitución vigente –que es un mamotreto, pero que debe ser respetada– establece el “principio de ciudadanía universal [y] la libre movilidad de todos los habitantes del planeta” (artículo 416-6). También habrán revisado la Ley Orgánica de Movilidad Humana, que exige solamente un documento de identidad para el ingreso de los ciudadanos sudamericanos (artículo 84). Si pidieron ayuda a la Cancillería habrán conocido los instrumentos internacionales andinos, firmados por el Estado ecuatoriano, que contienen disposiciones semejantes. Todo ello, obviamente, suponiendo que hubo un análisis previo y no se trató de una declaración hecha al vuelo frente a una situación que rebasó sus capacidades.

Lo que deja en claro esa disposición es que el país no cuenta con una política al respecto y que se llega a improvisar cuando la situación amenaza con irse de las manos. Ecuador tiene larga tradición de acogida a desplazados, precisamente en la misma frontera norte. Ahora, frente a un caso similar (porque eso son los venezolanos que llegan, desplazados), se ve que no ha habido aprendizaje de la propia experiencia. La instalación de centros de acogida con gran capacidad –no los de algo más de un centenar de personas del municipio quiteño–, es algo que debió hacerse hace tiempo. La definición de un corredor humanitario, de frontera a frontera, con transporte gratuito incluido, tendría un costo mínimo y acercaría a ese grupo humano a su objetivo, que es llegar a Perú o Chile. En situaciones como esta no es necesario inventar el agua tibia, si se cuenta con organismos internacionales como Acnur y con las ONG nacionales y extranjeras.

Es cierto que este éxodo masivo tiene alcance continental y exige acciones coordinadas entre los países. Pero, internamente, cada uno debe definir una política clara y no tomar medidas torpes. Hay que comenzar entendiendo que esos miles de personas que han dejado todo lo que tenían no vienen a hacer turismo, atraídos porque Ecuador is all you need. La solución tampoco está en ingenuos exhortos al gobierno dictatorial de Maduro. Es una aberración pedir pasaporte a quienes obligadamente han tomado una decisión que nadie quisiera tomarla.

(O)