Julio se respira en el ambiente. Un mes especial para quienes tenemos la gracia de vivir en esta hermosa ciudad.

Julio nos trae el mejor clima del año. Los festivales, las actividades culturales y deportivas, los espectáculos.

Es muy grato ver cómo vienen a compartir las fiestas, muchos visitantes del interior del país, del extranjero y sobre todo, nuestros queridos migrantes, que en este mes más que nunca colman el aeropuerto con escenas de alegría y nostalgia.

Ese mismo abrazo fraterno que se siente por todos lados, se asemeja al reencuentro que hemos vivido los guayaquileños con nuestro orgullo huancavilca. Hemos vuelto a abrazar nuestras raíces con orgullo, a exhibir nuestros símbolos con fervor, a cantar en voz alta. A levantar cabeza.

Luego de una década de pugnas, en la que se intentó varias veces perjudicar a la ciudad con una serie de argumentos, siempre aupados por el centralismo que tanto daño hace al país, hoy tenemos la firme convicción de que el camino que escogimos fue el correcto. Resistir el embate del poder político no fue nada fácil.

Sin embargo, una vez más el ferviente deseo de progreso y libertad del guayaco se impuso a las coyunturas. Tal como en el proceso fundacional, que tuvo que repetirse una y otra vez a causa de los incendios y los saqueos, aquí nos ha tocado levantarnos desde lo más bajo.

Por eso, al llegar julio nos sentimos orgullosos, radiantes, festivos. Porque sabemos que hemos refundado esta ciudad muchas veces, con el sudor de nuestra frente. Luego de eso nadie le puede quitar a la gente de Guayaquil su derecho a exigir cada vez más.

Eso se nota en los críticos que nos hemos vuelto respecto de las decisiones que se toman en la ciudad. Esta postura cuando es respetuosa solo confirma que como ciudadanos hemos tomado conciencia, al fin, de que el desafío de mantener el ritmo de crecimiento de una ciudad como esta solo puede ser posible si todos nos involucramos y aportamos lo que nos corresponde. Si asumimos la responsabilidad de defenderla y luchar por mejores días.

... al llegar julio nos sentimos orgullosos, radiantes, festivos. Porque sabemos que hemos refundado esta ciudad muchas veces, con el sudor de nuestra frente. Luego de eso, nadie le puede quitar a la gente de Guayaquil su derecho a exigir cada vez más.

¿Debate de ideas? ¿Confrontación política?

Ese es el precio de la democracia.

Por ello, ahora que soplan vientos electorales son bienvenidas las iniciativas de administración seria de esta ciudad, sin importar el color de la bandera o su ideología política, siempre y cuando antepongan, con altura, los intereses de Guayaquil; siempre y cuando el celeste y blanco las inspire. Ya le tocará al pueblo decidir democráticamente en las urnas cuál de ellas tomará el control de la ciudad en mayo de 2019.

Pero que los otrora detractores de la ciudad pretendan dar lecciones de administración pública, ética política y civismo, disparando torpemente sus dardos contra la estabilidad e institucionalidad de la ciudad (que tanto esfuerzo nos ha costado construir), creyendo que con ello atacan a la agrupación política que la gobierna, solo demuestra que desconocen la intuición de nuestro pueblo, que identifica muy bien a quien conspira contra su legítimo e indetenible anhelo de progreso y libertad.

El ritmo de Guayaquil ya es indetenible.

Disfrutemos en familia del producto de nuestro esfuerzo.

¡Viva Guayaquil! (O)