Carlos Marx inició su célebre obra El 18 de Brumario de Luis Bonaparte con una reflexión irónica sobre el flujo de los eventos históricos. Marx escribió que a menudo los eventos históricos se repiten dos veces: la primera vez aparecen como tragedia, pero la segunda vez que lo hacen se convierten en una farsa. En efecto, es un patrón recurrente que eventos similares ocurran más de una vez, pero, y esta es la observación de Marx, debido a que las circunstancias históricas en las que ocurren son distintas, el fenómeno repetido ya no tiene el mismo significado que el original, sino que la iteración a menudo se deforma en una suerte de parodia del primero.

Durante el último año el aparato correísta ha sido poco a poco demolido. La encarcelación de Jorge Glas y otros funcionarios, la renovación del Consejo de Participación Ciudadana y el desmantelamiento del Consejo de la Judicatura han sido todos pasos clave en instaurar una institucionalidad libre del correísmo. La orden de prisión dictada en contra de Rafael Correa por el caso Balda es otro síntoma de que la influencia del exmandatario se ha prácticamente desvanecido. Este último evento en particular marca ciertamente un quiebre con el pasado, ya que indica que la sombra de temor e intimidación que Rafael Correa proyectaba sobre las instituciones ecuatorianas se está finalmente disipando.

Los miembros del correísmo solo han encontrado una forma de defenderse: clamar que son víctimas de una persecución política. Esto es una farsa de proporciones históricas, una auténtica parodia. Durante diez años, el correísmo no tuvo reparo alguno en abusar del poder para perseguir a sus opositores. No tuvieron reparo alguno en encarcelar a estudiantes, perseguir a periodistas y amedrentar a activistas, a la vez que su control sobre la justicia les negaba cualquier posibilidad de defensa. En efecto, los perseguidos por la dictadura tenían tan pocas opciones que muchos de ellos fueron obligados a acudir a instancias internacionales para pelear una batalla que sabían no podían ganar casa adentro. De este modo, los gritos del moribundo correísmo clamando “¡injusticia!” no son más que una triste parodia de los gritos de aquellos que auténticamente fueron perseguidos por la dictadura durante una década.

Inevitablemente los correístas irán a tocarle las puertas a instancias internacionales. Cuando lo hagan, inevitablemente escucharemos con asombro e indignación salir de su boca historias y argumentos muy similares a los que ellos mismos descalificaron años atrás. Dirán que en Ecuador hay una dictadura, que la institucionalidad ha sido violentada, que la libertad de prensa ha sido socavada y que ellos son las víctimas de los abusos de la autoridad, letanía que ya están regurgitando en la prensa y redes sociales. El Ecuador que describen es el Ecuador que ellos gobernaron y los actos que denunciarán serán los que ellos mismos cometieron. La única diferencia será, evidentemente, que la persecución denunciada por sus víctimas fue real, mientras que la que ellos describirán no será más que una parodia. La historia se repetirá una vez más, pero esta ocasión en vez de tragedia será una farsa.

(O)