Las actitudes agresivas del presidente Trump amenazan con destruir el orden mundial y las instituciones edificadas por los propios Estados Unidos junto con las otras potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial para preservar la paz y seguridad globales, como las Naciones Unidas. Un presidente, con experiencia solamente en negocios, incurre en la tentación de actuar unilateralmente en asuntos de toda naturaleza, económicos, militares, nucleares. No le hace mella la experiencia nefasta de su predecesor republicano, George W. Bush, en Irak, cuando empezó una guerra al margen de las Naciones Unidas, en contra de la opinión de la mayoría de sus aliados, y proclamando, vanidosamente, que su país no toleraría en el futuro que otros países desafiaran su hegemonía militar. A pesar de la aparente victoria inicial, Estados Unidos tuvo luego que abandonar Irak, dejando sumido en el caos el Oriente Medio, en donde Rusia, ahora, ha tomado preeminencia. Ahora, desconoce el acuerdo celebrado por su propio país y las otras grandes potencias del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, más Alemania, con Irán, para que este renuncie a poseer armamento nuclear. Hoy, recorre las tres cuartas partes del mundo para negociar un acuerdo bilateral con el líder de un, relativamente, pequeño país, Corea del Norte. Ojalá tenga éxito. Anotemos que las sanciones económicas impuestas por el Consejo de Seguridad fueron muy efectivas para presionar a negociar tanto a Irán como a Corea del Norte.

El unilateralismo de los otros dos grandes: la China construyendo islas artificiales y reclamando hegemonía sobre el Mar de la China; Rusia atacando Ucrania y anexándose La Crimea, han dejado en duda la capacidad de preservar la paz y la seguridad del ente rector de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad, y su secretario general; digamos, al paso, que la Asamblea General tiene poco poder práctico y es una suerte de tribuna para que manifiesten sus opiniones las potencias menores, las del tercer mundo.

El presidente Trump ha decidido desconocer los tratados de libre comercio con sus vecinos, sus aliados europeos y el mundo entero; unilateralmente ha impuesto tarifas a las importaciones de acero y aluminio, desatando una verdadera guerra comercial mundial. La reunión estos días de las siete primeras economías mundiales, el G7, ha puesto en evidencia, una vez más, el unilateralismo de Trump, quien negó su firma en la declaración final.

En Singapur se reúnen dos líderes que solo tienen en común que ambos son impredecibles. La guerra de Corea solamente obtuvo un alto provisional, en 1953, mediante un armisticio temporal que no la terminó formalmente. Probablemente, Corea del Norte pedirá la celebración de un tratado de paz como condición previa a su desnuclearización; demandará el retiro de las fuerzas militares estadounidenses estacionadas en Corea del Sur, garantía de que Estados Unidos no empleará contra ella su capacidad nuclear estratégica. Los Estados Unidos, en cambio, demandarán la desnuclearización de Corea de Norte, la renuncia a misiles balísticos, armas químicas y biológicas, acompañado todo de un acuerdo de inspecciones confiables, como paso previo a un tratado de paz.

El unilateralismo de Estados Unidos lo aísla de sus principales aliados, pero, de todas maneras, su aislamiento es un lujo que se toma la primera potencia mundial, pero Ecuador, su gobierno, debe medir las consecuencias de el aislamiento en que se encuentra respecto de Europa y los principales países de América por apoyar a Venezuela y Nicaragua, y de lo que parece no estar suficientemente consciente al designar como canciller al embajador en la OEA, organismo donde se impidió adoptar resoluciones para restaurar la democracia en Venezuela. El Ecuador demanda rectificaciones.

(O)