Rara vez se señala la conexión entre la revolución liberal del 9 de Octubre de 1820 en Guayaquil y la Batalla del Pichincha del 24 de Mayo de 1822. Es una historia acerca del nacimiento de nuestro país que vale la pena recordar.

Uno de los primeros actos del gobierno de la Provincia Libre de Guayaquil, liderado por José Joaquín de Olmedo, fue el de formar el ejército de la División Protectora de Quito para liberar los territorios de la Audiencia de Quito. La intención, como bien señala el historiador José Antonio Gómez Iturralde, era la de “mantener la autonomía dentro de un país independiente”.

La resolución de arriesgar los escasos recursos y todos los esfuerzos para liberar al resto del país continuó hasta en las circunstancias más difíciles a las que se enfrentó el gobierno de Guayaquil independiente. Luego de haber sufrido una derrota ante el ejército español en la primera batalla en Huachi (noviembre de 1820), el triunvirato que presidía la Provincia de Guayaquil y Antonio José de Sucre celebraron un tratado el 15 de mayo de 1821 que decía: “Siendo de la mayor importancia la ocupación total del Departamento de Quito por el bien general de la América y en particular de aquellos pueblos de Colombia que aún gimen bajo la opresión española, Guayaquil, animada de los sentimientos de unión y fraternidad, se obliga a cooperar con todos los medios que estén en su poder a los planes de la República para libertar las provincias del Departamento. Al efecto promete todos los elementos de guerra necesarios...”.

La División gozaría de una victoria alentadora en la segunda batalla, la de Cone, en agosto de 1821. La alegría duró poco pues en septiembre sufriría una derrota desmoralizante, otra vez en Huachi. Después de la virtual destrucción del ejército de Sucre en esta batalla, Olmedo mantuvo su resolución. En una carta enviada a Sucre días después, le dijo: “Mi querido amigo: Pensar que los pueblos pueden reconquistar su libertad sólo con triunfos y sin hacer grandes sacrificios, es un delirio, desmentido en cada página de la historia”. Olmedo, incluso en los momentos más acuciantes se mantuvo apegado a sus principios liberales: siguió insistiendo en el derecho de los habitantes de los departamentos de Guayaquil, Quito y Cuenca a elegir si deseaban permanecer independientes o adherirse a Colombia o a Perú; y, se negó a instaurar una conscripción militar.

La guerra había dejado quebrado al gobierno de Guayaquil. Luis Andrade Reimers señala que, aun así, Olmedo decidió un medio de financiamiento que desde ese momento hasta la victoria final en la Batalla de Pichincha del año siguiente (1822) proveyó a la creciente tropa colombiana la mayor parte de los fondos para la campaña. Reimers indica que “estos provinieron de la sal de las salinas de la Costa, arrancadas de manos de los españoles entre los despojos conseguidos para Guayaquil en la victoria de Yaguachi (Cone, 1821)”.

No hay 24 de Mayo sin antes la revolución liberal del 9 de Octubre. El proyecto de Olmedo, sin duda uno de los padres fundadores del Ecuador moderno, era un Estado federado independiente conformado por tres departamentos con autonomía plena: Guayaquil, Quito y Cuenca. (O)