Coincidimos con quienes sostienen que el presidente Moreno debe rodearse de gente capaz y no improvisada para enfrentar la real y gravísima inseguridad fronteriza; que podría extenderse a todo el territorio.
El abandono a los poblados esmeraldeños, colindantes con Colombia, es en gran medida la razón de ser de la inseguridad. También la dejadez (¿estratégica?) de las autoridades colombianas, a sus connacionales de la zona. Allí los habitantes carecen de asistencia estatal en muchos servicios, en especial el sanitario. Este Diario relató el testimonio de una colombiana residente en Puerto Colombia, al otro lado del río Mataje, quien buscó atención médica en San Lorenzo para su hijo, pues en Mataje no funciona el centro de salud y uno colombiano está a 4 o 5 horas. Por otro lado, es lamentable que los ecuatorianos del sector solo sintonizan radios y televisoras colombianas, a falta de señal de las locales. Ni siquiera conocen la existencia de los medios públicos de la década del derroche.
La gravísima escalada de violencia, que empezó a fines de enero, coincide con los eventos de gran presión social para que se investigue y sancione la gran corrupción y a sus cabezas visibles. El manejo de la violencia en Esmeraldas se realiza en un contexto de información limitada, así sostiene la legisladora Mae Montaño, originaria de Esmeraldas. Ella exige información concreta a los ministros encargados de la seguridad interna y externa, de lo que aflora el temor que carezcan de un plan estratégico adecuado.
En esta columna (septiembre 2016), expresamos preocupación por el proceso colombiano enrumbado para restaurar la paz con las FARC. Entonces, opinábamos –y aún pensamos igual– que el desarme de las FARC podría aliviar el conflicto interno colombiano, pero que sus disidentes, así como el activo ELN, las bandas criminales y los narcotraficantes ocuparían las zonas abandonadas por la indicada agrupación guerrillera que depuso armas (1.200 de los rebeldes de las FARC se apartaron del acuerdo de paz).
Desde esa época, presumíamos que el final del conflicto colombiano no llegaría con el acuerdo de paz y, por el contrario, nos afectaría negativamente en materia de seguridad. Las víctimas de esta semana (tres muertos y once heridos), miembros de una patrulla de la Armada, que fue atacada con un artefacto explosivo colocado en la vía que comunica a la parroquia de Mataje del cantón San Lorenzo, ratifica que tenía y tiene justificación dicha preocupación.
Entendidos, como el coronel (r) Mario Pazmiño, reflexionan que lo acontecido en Esmeraldas anuncia el inicio de una guerra asimétrica con las narcoguerrillas y bandas criminales asociadas al tráfico de drogas de los carteles colombianos y mexicanos. Esta clase de guerra tiene varias etapas dice Pazmiño: “…y estamos justo en la primera... La primera etapa es la marcación de zona, que es lo que están haciendo (los disidentes de las FARC y el narcoterrorismo)… con los 6 atentados… le están mandando un mensaje a las fuerzas armadas y al pueblo ecuatoriano: …¡señores, ya llegamos al Ecuador, estamos en esa zona y nos quedamos, les guste o no les guste!...”.
Todo indica que urge un consejo de expertos. (O)