“El búho de Minerva solo levanta el vuelo en el crepúsculo”. Esta enigmática frase fue escrita en 1820 por el célebre filósofo Friedrich Hegel en el prefacio de su obra Lineamientos de la Filosofía del Derecho. Mediante esta misteriosa máxima, el filósofo alemán quiso expresar que realmente solo se llega a entender una era o momento histórico una vez que este ha concluido. La lechuza de Minerva, diosa griega de la sabiduría y entendimiento, solo trae su mensaje a los mortales cuando el día ha terminado, simbolizando que los eventos históricos y las causas que llevaron a ellos solo se vuelven transparentes al final en una retrospectiva informada.

Hoy en día parece ser que hemos llegado al crepúsculo de la década correísta. La decisiva victoria del “Sí” en las urnas el pasado 4 de febrero representó una dura derrota para el régimen anterior, derrota de la cual le será muy difícil recuperarse. Pero esta victoria puede fácilmente transformarse en victoria pírrica si es que no viene acompañada de una sincera reflexión sobre los factores que nos llevaron a la dictadura en primer lugar y un serio esfuerzo para su remediación.

Lo primero que debemos de admitir, por más que nos duela, es que muchas de las mentiras del correísmo realmente eran verdades a medias. El discurso correísta de aniquilar “a los de antes” resultó atractivo a tantas personas precisamente por el pasado que el correísmo dijo iba a enterrar. No debemos engañarnos: el Ecuador antes de Correa no era un paraíso de institucionalidad, justicia y democracia de repente “pervertida” por un loco autoritario, sino una sociedad corrupta, políticamente inestable, fuertemente dividida en clases, con una juventud políticamente apática y problemas endémicos de pobreza y subdesarrollo. Era solo cuestión de tiempo antes de que aparezca un régimen con la astucia y recursos necesarios para apropiarse de un sistema tan disfuncional como el que teníamos. El correísmo no nos cayó del cielo: fue el producto de años de problemas tratados con indiferencia.

Al igual que no debemos estar ciegos respecto al pasado, tampoco debemos de estar ciegos con respecto a nuestro presente. Lo cierto es que muchos de los problemas y falencias estructurales que facilitaron el auge del correísmo siguen presentes en el Ecuador de hoy en día. En efecto, seguimos viviendo en una sociedad vapuleada por altísimos niveles de corrupción que infectan nuestras instituciones. Asimismo, nuestra sociedad sigue siendo una donde el color de la piel, género o apellido a menudo pesan más que los méritos y donde la pobreza y falta de recursos son realidades que afectan a millones de ecuatorianos, a pesar de una década de bonanza petrolera sin precedentes.

El crepúsculo del correísmo parece por fin haber llegado y ahora esperamos el amanecer de un nuevo día. Pero si nos rehusamos a escuchar las lecciones que nos trae el búho de Minerva y no aprendemos del pasado, entonces estaremos condenados a repetirlo, ya sea mediante el regreso del correísmo o que otra ideología populista tome su lugar. El correísmo puede haber sido derrotado, pero la lucha por un mejor Ecuador recién empieza. (O)