El tema que ha dominado por más tiempo la agenda de la política exterior desde el arribo al poder de Alianza PAIS es el del asilo de Assange en la Embajada del Ecuador en Londres. Por este tema incluso se obtuvo una reunión de la OEA; es decir, la misma importancia que se le dio al bombardeo colombiano a territorio ecuatoriano en Angostura. Por este tema hemos recibido protestas estadounidenses por la interferencia de Assange en su campaña electoral; por este tema nos ha reclamado el Gobierno español por la participación de Assange en favor del movimiento independentista catalán, a cuyos representantes el asilado concedió audiencia en el local de la Embajada; por este tema, el Gobierno ha obstruido un proceso judicial por violación a mujeres ante la justicia de Suecia, y la detención solicitada por este país al del Reino Unido; por este tema se ha concedido la nacionalidad ecuatoriana a este espía internacional, pretendiendo así que el Reino Unido lo acepte como funcionario diplomático ecuatoriano; por este tema… Al pensar en tantas acciones, algunas ya desesperadas, uno debe buscar la razón para esta defensa; algún poder debe poseer Assange. No se puede demostrar, al momento, pero se puede conjeturar, que Assange está utilizando su principal fuerza, la información; si posee la información reservada, reservadísima, del Departamento de Estado y del Pentágono, debe tenerla sobre el Estado ecuatoriano. El Gobierno nos informó que Assange se ha comprometido a no volver a interferir en el asunto de Cataluña; esto es un acuerdo de potencia a potencia; una Cancillería digna no obtiene un compromiso, impone su autoridad al asilado; muy similar esto a cuando decidieron cortarle el servicio de internet para que dejara de interferir en la campaña electoral norteamericana. Un Estado no negocia con su asilado, le ordena y, si no obedece, lo expulsa de la Embajada, cancela el asilo.

La Cancillería juega al Estado: pretender, con una argucia infantil, engañar a una de las cancillerías más antiguas del mundo con el truco de conceder una cédula de identidad de ecuatoriano a Assange y que con eso el Reino Unido acepte que quien faltó a su libertad condicional, asilándose en la Embajada ecuatoriana, se convierta en diplomático ante su gobierno, es creer que allá, también, se han contagiado de la diplomacia de travesuras de esta última década. La canciller calificó de “rumores” a la información en redes sociales sobre este asunto; la verdad se ha tornado evidente por el rechazo del Gobierno británico a la pretensión ecuatoriana, y que fue publicada por el diario londinense The Guardian. Pretender que el Gobierno británico acepte una mediación sobre un asunto suyo de policía es otra ridiculez.

Por informaciones de Mangas, entre los compromisos entre el gobierno saliente y el entrante estuvo el de mantener el mismo equipo económico y guardar la misma línea internacional. Esto explica el apoyo y los discursos casi guerrilleros de la canciller en favor de Maduro y la ALBA. Una investigación sobre la concesión a Assange de la nacionalidad ecuatoriana es asunto de honor. La bandera ni se presta ni se vende. (O)