La cultura de los hebreos y otras posteriores expresan que el nombre no es una asignación caprichosa, sino una finalidad por realizar; el nombre conlleva un proyecto, una tarea asignada. Desde esta perspectiva hay sinonimia en los siguientes nombres: Navidad, amor, vida, matrimonio, familia.
Creyentes y no creyentes coincidimos en unir el significado de Navidad con vida, con familia, con alegría, con encuentro, con generosidad, con perdón.
Al mismo tiempo hay una discrepancia, buscada o pasivamente aceptada, en cuanto al motivo de esta celebración. Se van cambiando el nombre y con el nombre el contenido de la Navidad. Los no creyentes consciente, o inconscientemente, activa, o pasivamente, ocultan el origen de esta fiesta; la identifican con otros nombres; nombres de diversión, sin tarea asignada.
Los nombres pueden ser “descafeinados”; pero, mientras son usados, conservan la fuerza de su significado. La palabra “matrimonio”, por ejemplo, expresa –se quiera o no– maternidad, y maternidad expresa –de nuevo– se quiera o no se quiera, vida dada a luz y cuidada con amor.
La raíz de la fiesta es tan profunda que significados como vida, alegría, encuentro, generosidad son integrantes de la palabra Navidad.
Para los creyentes, Navidad recuerda el nacimiento del Hijo de Dios en cuanto hombre, en cuanto regalado por Dios Padre a la humanidad. Recuerda la entrada de Dios, como agente humano, dentro de la historia.
Hay una exigencia de rasgar el velo, con el que algunos quieren ocultar el mensaje de vida, que es meollo de la fiesta navideña.
Navidad invita, también, a quienes no la comprenden como el momento cumbre de la historia, a cuidar las multiformes expresiones de vida hoy y mañana.
Un cuadro, no tan alejado de la ficción, ayuda más que unas palabras a mirar el futuro de la humanidad; futuro impulsado por personas individuales y por algunos organismos nacionales e internacionales de la ONU.
Un trazo de este cuadro nos lleva junto al aborto al punto de llegada de vericuetos, progresivamente cerrados a la vida. Ese punto de llegada, que algunos quieren agilitar, es un “matrimonio” entre varones, o entre mujeres. ¿“Matrimonio” cerrado a la “maternidad”?
Toda persona humana es y debe ser respetada; sola ella conoce su realidad. Sí se puede y se debe juzgar la incidencia de su conducta en la sociedad, en el presente y en el futuro.
No olvidemos que algunos pueblos, poderosos en un determinado momento de la historia, han desaparecido, encerrados en sí mismos, cerrados a la vida. No podrán conservar su “grandeza”, sino en la apertura para dar y recibir.
Demógrafos de nota señalan que en pueblos calificados por algunos como “desarrollados” hay más defunciones que nacimientos. Mantienen su poderío, gracias en parte por el aporte de inmigrantes. Podrán en el futuro mantener su “grandeza”, ya sea abriéndose internamente al dolor y a la alegría de la vida, ya sea robusteciendo su identidad con la de los menospreciados inmigrantes.
En Dios, quien dándose a la humanidad nos dice que es amor, están entrelazados en su significado las palabras amor, vida, encuentro, familia, donación y felicidad. (O)