“Cuando tu ejército haya cruzado la frontera, debes quemar tus naves y puentes, para que todos sepan que no tienes ganas de volver a casa”. Con estas palabras Sun Tzu explicaba lo que en Teoría de Juegos se conoce como compromiso creíble. Si un jugador elimina la posibilidad de engaño, el otro jugador confía en la promesa y se consigue un resultado eficiente. Si el general hace imposible el escape a casa, los soldados saben que la guerra va en serio y luchan con todo.

La idea de compromisos creíbles aplica a los gobiernos. Un ejemplo histórico es la Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra. Antes de la revolución, el rey de Inglaterra pedía prestado dinero, pero las leyes lo autorizaban para cambiar los términos de los préstamos y no pagar. Los prestamistas, cansados de tanto abuso, apoyaron una revolución para prohibir que el rey altere los contratos unilateralmente. La revolución triunfó y, aunque parezca contraintuitivo, el más beneficiado fue el propio rey. Gracias a que los prestamistas sabían que el rey no podía alterar los términos del préstamo, empezaron a prestar más dinero y en mejores términos. Con la prohibición de alterar los préstamos, el rey hacía un compromiso creíble a sus prestamistas.

Los constituyentes de 1998 entendieron la lección de los compromisos creíbles. La Constitución de 1998 contenía una prohibición expresa de que el Gobierno modifique unilateralmente contratos mediante leyes o reglamentos administrativos, y permitía que el Gobierno se someta a arbitrajes internacionales para la resolución de conflictos. El Ecuador les aseguraba a sus contratistas que no iba a utilizar su poder legislativo para desconocer lo acordado y que cualquier disputa sería resuelta por un tercero imparcial. La construcción del Oleoducto de Crudos Pesados y la renegociación de la deuda externa durante el gobierno de Gustavo Noboa son buenos ejemplos de lo provechoso que puede ser para un país que su gobierno haga compromisos creíbles.

La aparición de Rafael Correa en política fue el final de los compromisos creíbles. El discurso de soberanía nacional fue, en realidad, el discurso del incumplimiento de compromisos adquiridos. El argumento rebus sic stantibus, según el cual una alteración de la situación en que se celebró un contrato permite modificar su contenido, para caducar el contrato con Occidental y reformar la Ley de Hidrocarburos, y el argumento de deuda ilegítima para no pagar los bonos Global 2012 y 2030, mandó el mensaje de que el Ecuador es un gobierno tramposo que no cumple lo que promete. El resultado fue poca inversión extranjera, que los pocos inversionistas sean compañías internacionalmente fichadas por prácticas corruptas, y que el financiamiento se obtenga a intereses excesivamente onerosos.

Quemar naves y puentes. Si el Gobierno quiere atraer inversión en buenos términos, debe realizar compromisos creíbles con reglas como las de la Constitución de 1998. Hay que eliminar la posibilidad de acudir a los conceptos de rebus sic stantibus, deuda ilegítima o cualquier otra pamplina jurídica para no cumplir lo que se promete. (O)

*Profesor de Derecho.