La pregunta puede molestarle como un intento de intromisión a su intimidad; pero le pido no considerarlo así, porque mi pretensión es solamente invitarlo a realizar una introspección que podría serle de utilidad, sobre todo si no está entrenado en la visión y análisis de sí mismo.

Respeto su libre arbitrio.

El Diccionario de la Lengua Española define nostalgia como la pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos y, también, como tristeza melancólica originada en el recuerdo de una dicha perdida, así como a nostálgico como el que padece nostalgia o perteneciente o relativo a la nostalgia.

Enrique Cadicamo, en su tango Nostalgia, me parece que la ejemplifica de manera extraordinaria.

Pues bien: ¿este sentimiento es positivo o negativo, refrenable o irrefrenable?

Con la venia de los peritos y, por supuesto, listo para aprender de ellos, me parece que mientras la memoria funciona cabalmente, es imposible impedir que los recuerdos negativos se hagan presentes; mas, en situaciones normales, nuestra voluntad tiene dos opciones: puede rechazarlos o permitir que se instalen.

Si lo primero ocurre, nos salvamos del amague llevando nuestra mente a donde nos evite la consternación, la tristeza y, tal vez, la terrible depresión, que sería el resultado más grave.

Para evitar lo segundo, considero que deberíamos tener una batería de buenos recuerdos, escogidos, bien seleccionados, a los cuales podamos acudir con frecuencia, para que cuando los requiramos lleguen prestos para confortar nuestro espíritu y hasta hacernos sonreír.

No me gustaría que esté moviendo la cabeza en señal de negación, mientras lee estas líneas, pues la verdad es que me desilusionaría, porque lo que quisiera es ayudarlo a instalar en su mente una fórmula de auxilio que impida que, por vía de la nostalgia, llegue a la depresión, que es otro cantar.

¿Conviene canjear, por ejemplo, los amagos de nostalgias o las nostalgias mismas por planes de vida que busquen mitigarlas o extinguirlas?

Mucho de lo que pudo haber sido y no fue, precisamente por nuestras acciones u omisiones, se nos presentan y, a veces, nos agobian. Entonces deberíamos tener la entereza de asumir nuestra responsabilidad buscando simultáneamente remedio a los males causados, siempre que fuera posible, haciendo prevalecer la justicia y la verdad.

Las compensaciones y transacciones justas suelen restañar heridas y permiten recuperar la paz.

Es importante nuestra salud espiritual.

Las ansiedades menoscaban nuestro espíritu y distraen fortalezas que podríamos encauzar hacia actividades creativas, de beneficio social y comunitario.

Mientras nuestra mente y corazón están ocupados en procurar el bien de quienes nos rodean y también de los que están en la periferia, como recuerda Francisco, probablemente estaremos menos expuestos a la nostalgia.

Espero haber introducido un elemento de reflexión que ayude a una mejor convivencia, planteando si podemos transformar la nostalgia y hasta servirnos de ella como punto de partida y elemento útil para hacer correcciones y procurar el bien

¿Valdrá la pena adentrarnos y reflexionar en este particular tema?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)