¿Existe un Borges esencial? Al cumplirse treinta años de la muerte del escritor Jorge Luis Borges, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española prepararon y publicaron el volumen Borges esencial (Barcelona: Alfaguara, 2017), que recoge íntegros las ya clásicas colecciones Ficciones y El Aleph, más una selección de ensayos y poesías. Como se sabe, estas ediciones conmemorativas incluyen estudios que amplían y actualizan nuestro entendimiento de los autores homenajeados: siempre será muy útil contar con nuevos elementos para comprender e interpretar la obra borgeana.

Al analizar la lírica del argentino, Santiago Sylvester subraya que Borges ha sufrido de aquello que ha sido su rasgo característico: la falsa cita, la equívoca adjudicación, la apropiación y la simple falsificación, porque de cuando en cuando circulan poemas atribuidos a Borges que no le pertenecen; en fin, “un clásico es el que admite con verosimilitud una cita equivocada”, dice. Cuando nos adentramos en un texto de Borges, se revela “siempre la convicción de estar leyendo, más que un soneto, más que un poema, sencillamente a Borges. Borges terminó fundando así un género propio, que lleva su nombre”: el género Borges.

Graciela Tomassini discurre sobre la opción de Borges por la brevedad, ya que no necesitó extenderse demasiado para proponer las ideas más audaces y singulares del pensamiento literario contemporáneo. La rapidez es la clave del arte borgesiano de escribir. La brevedad de géneros sapienciales como el proverbio, el aforismo, el epigrama y de didácticos como la fábula, la parábola y el bestiario fue retomada por Borges, que supo plantear desconcertantes paradojas tanto en su escritura crítica como en la ficcional, aunque muchas veces resulte difícil separar la una de la otra. Borges también juntó una veta popular y el interés por la cultura de masas.

Retomando una postura de Daniel Balderston, este volumen confirma que las obras en colaboración, que no son pocas, en realidad pertenecen por completo a Borges: “Algunos intentos de colaboración de Borges son absurdamente superficiales, sobre todo cuando su coautor es una mujer, dado que la función de esta última era la de una amanuense”. Así, incluso la autoría de su propia obra está sometida a la falsa adjudicación. Tal vez un solo caso responde cabalmente a la idea de obra en conjunto, el de Adolfo Bioy Casares, puesto que entre esos escritores se dio una verdadera compenetración a tal punto que se afirma que habría una ‘galaxia Borges-Bioy’.

Al contrario de la leyenda sobre su apoliticismo, Borges fue profundamente político, marcado por su antiperonismo visceral, como lo estudia Jorge Panesi, y participó de todas las controversias posibles fustigando el antisemitismo, el nazismo y el peronismo. Historia universal de la infamia (1935) puede ser leída como una crítica a la sustancia crapulosa del peronismo “teñido por la bajeza moral, la corrupción y la bárbara estupidez”. Cuando las autoridades municipales lo ascendieron en 1946 a inspector de aves en las ferias, dijo: “Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez”. Borges, todo un género. (O)