Pregunté a varios empleados y funcionarios de mandos medios y bajos, qué cosas les parecían buenas en su trabajo, cuáles les gustaría cambiar y qué propuestas tenían para que funcionaran mejor.

Muchos me miraron con caras perplejas. No se me ocurre nada… hace tantos años que hago lo mismo que no sé qué pensar.

Lo más avanzado de las propuestas era que si le mejoraban el salario las cosas irían mejor.

Esta vez la perpleja era yo. El aumento de salario si bien es muchas veces una necesidad insoslayable, para que se adecue a las necesidades reales de los trabajadores, esto no asegura que harán un trabajo más creativo, interesante y eficaz.

La pasión y el gusto por lo que se hace deberían ser ingredientes vitales para que la cantidad de horas de la vida dedicadas a él no conviertan a las personas en robots durante 8 horas, que pronto podrán ser superados por las máquinas, hábiles en cumplir órdenes, marcar entradas y salidas.

Comprender el lugar que ocupamos en el engranaje de las tareas colectivas llena la vida de sentido y alegría, de fuerza para superar los embates de adversidades y contradicciones. Hacer por hacer, porque me dijeron, para quedar bien con el jefe, es reducir las enormes posibilidades que cada ser humano puede aportar a mejorar todo aquello que podemos mejorar. A inventar, a crear.

Quizás sería bueno que, de incógnito, muchos jefes pasen una semana a ser subalternos en algún puesto que no los conozcan y tengan que obedecer, sin chistar, órdenes y trabajos aparentemente ineficaces y soporten el mal genio, los apuros y los horarios caprichosos de algunos jefes que quieren para ayer lo que ellos no hicieron hoy. Y viceversa. Que algunos empleados puedan ocupar cargos de jefes una semana a ver cómo les va. Porque no es tarea fácil, organizar, planificar, crear. Y puedan proponer y cambiar lo que estiman que debería hacerse si mejora o no afecta el resultado final que se busca. El ponerse literalmente en los zapatos de los otros podría traer buenas consecuencias… Sobre todo si durante ese corto periodo el salario de cada uno es acorde al puesto que momentáneamente están ocupando.

Estamos siendo testigos de cómo cuesta adaptarse a nuevas situaciones y aceptarlas… Algunos están tan acostumbrados a ser jefes autoritarios, en realidad capataces, que cuando no tienen a quien mandar se desbaratan. El cambio de roles es saludable…

Otro cambio de rol interesante podría ser poner por unas horas a algunos choferes como policías de tránsito, en horas pico y si es posible con sol…

O que autoridades sanitarias tengan que vivir por una semana en las casas de Bastión Popular del Bloque 5 y tengan que soportar los olores putrefactos de las fábricas de balanceado.

O salir del Fortín en un bus de línea sin posibilidad de utilizar el vehículo propio…

Que un médico pida cita al Seguro Social como cualquier afiliado…

Que un gerente de ventas vaya a la Bahía a vender zapatos.

El mundo se ve, se percibe, se razona, desde allí donde estamos y vivimos. Los derechos humanos tienen geografía y circunstancias.

Podemos inventar futuros optimistas y nuevos caminos, nuevas posibilidades si convocamos la participación real de todos, no solo el diálogo sino también la acción, y para eso hay que comprender visceralmente, desde las entrañas, las realidades que nos son ajenas.

Hay otros mundos posibles. (O)